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Desde el barrio: Volver a las esencias

Martes, 25 Dic 2012    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes
Nada mejor, en estos tiempos desnortados y convulsos del toreo, que volver a las esencias para seguir sintiéndose reconfortado con este arte milenario. Y qué mejor para ello, en estos meses de pausa invernal española, que leer despacio a los grandes escritores, a los que mejor han sabido interpretar y transmitir el mensaje profundo de la tauromaquia.

Entre ellos, grande entre los grandes, está Robert Ryan: norteamericano de nacimiento, mexicano de crianza taurina y torero universal de vocación. Matador de toros, pintor, escritor, poeta… Artista pluridimensional, como aquel Pepe Ortiz que le adiestró en esas esencias taurinas que ahora él mantiene vivas en la memoria y en la palabra, no guardándolas en cofre de oro sino regalándolas al lector con el brillante envoltorio de una hermosa prosa poética.

Aparte de otras de sus grandes obras, como "Trapío verde" o "El tercio de muerte", este año se ha reeditado en España la más notable: "El toreo de capa", una ampliación del texto de aquel lujoso libro para bibliófilos que, con el mismo título y con sólo mil 500 ejemplares, vio la luz en 1996, justo doscientos años después de la primera edición de la Tauromaquia de Pepe-Hillo.

Las numerosas y bien seleccionadas fotografías que cerraban aquella obra de finales del siglo XX se sustituyen ahora por las propias ilustraciones de Ryan, una maravillosa selección de dibujos de un solo trazo, tan esquemáticos y sencillos que resultan magistralmente definitorios del fondo de cada suerte.

Tan geniales que sólo están al alcance de quien, como Robert, lleva el toreo en su pulso, en ese templado y sensible corazón que late al mismo ritmo con el capote que con el lapicero.

Obedeciendo a los orígenes del propio toreo a pie, es la capa, la defensa natural del toreo, el centro de toda la obra. Desde su función original hasta la variada fantasía de movimientos alcanzada con los siglos. La forma de sujetarlo en las distintas épocas, los porqués de la evolución en su manejo y los avatares estéticos y reglamentarios que lo condicionaron conforman un lúcido repaso histórico de la propia fiesta de los toros.

Culto, en lo taurino y en lo general, Ryan se adentra en los arcanos del toreo con la pasión del converso, igual que buscó las esencias desde la extrañeza de una cultura ajena. Y es así, con el ansia sensible del conocimiento profundo, como llega a desenredar ese hilo con el que también jugó Alameda y que muy pocos han sabido sacar de la rueca.

"El toreo de capa" no es una sucesión monótona de suertes, un catálogo al uso, escolástico y repetitivo de quites y variaciones estéticas, sino una antología de los porqués éticos y estéticos de cada una de ellas. Incluso con una justa aclaración de autorías. En definitiva, la propia historia de un capote que fue llevando en sus vuelos el viaje desde la lidia cruenta hacia el arte en el abismo.

Conviene, sí, mirar hacia atrás para entender el presente y no perderse por los vericuetos de una actualidad confusa y mal explicada. Conviene, pues, volver de vez en cuando a las esencias disfrutando la palabra y el trazo de Robert Ryan. Un artista de excepción, un lujo que el toreo de nuestro tiempo no puede permitirse seguir manteniendo en el exilio texano.


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