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Liber taurus: Corridas en la Plaza Mayor

Viernes, 19 Oct 2012    Quito, Ecuador    Santiago Aguilar | Opinión   
La columna de este viernes

Las raíces profundamente  españolas de la fiesta de los toros están determinadas por la presencia de los europeos en América que, a propósito de la colonización, trasladaron, a etas tierras, una tauromaquia incipiente que incluía las técnicas básicas para la crianza del toro. Durante casi cinco siglos esta actividad creció y con el tiempo adquirió su propia fisonomía y personalidad.

El sincretismo que se produjo entre las fiestas religiosas católicas contenidas en el calendario español y las ancestrales celebraciones indígenas nacidas de la cosmovisión propia de los aborígenes, facilitó que pronto se asumiera a los toros y sus juegos como elementos consustanciales de la cultura popular, adornados por los extraordinarios matices otorgados por un nuevo entorno y el mestizaje plasmados de manera multicolor por elementos de origen claramente hispánico y otros de raíz indígena y precolombina.

Con el paso del tiempo el espectáculo taurino en el Ecuador vivió un proceso de constante evolución; muestra de ello es la construcción de infraestructura para el desarrollo de esta actividad; sin embargo, como es un denominador común de  los países taurinos, los juegos de toros originales se llevaron a cabo en plazas y parques.

En el caso de la ciudad de Quito, durante la colonia la Plaza Mayor o Plaza Grande –como se la conoce hasta hoy– fue uno de los primeros escenarios para la puesta en escena de los eventos taurinos. Este espacio público se adaptaba para dar cabida a este tipo de fiestas durante varios días. También se dieron corridas de toros en las plazas de Santo Domingo, San Francisco y la menos ortodoxa plazuela de las Carnicerías, que funcionó desde 1565 a 1765.

En un artículo publicado por el investigador quiteño Luciano Andrade Marín en el diario capitalino Últimas Noticias en 1964, se describe cómo el viejo matadero se convertiría en la primera plaza de toros:

"La Primitiva carnicería de los antiguos españoles duró allí en el puente de Otavalo y Tiánguez por cosa de dos siglos y medio, en una forma enteramente rústica, al aire libre o bajo cobertizos, hasta el año de 1790 en que el muy progresista Presidente de la Audiencia, Don Juan Joseph de Villalengua y Marfil, emprendió en muchísimas obras de mejoramiento en la ciudad de Quito.

Entre las buenas cosas que hizo en Quito este presidente, que dicho sea de paso, era muy amante de las plantas y de las flores, fue el llevar a cabo "el suspirado objeto de la Ciudad", como dicen los documentos, de la formación de una alameda, un paseo público donde antes fue El Potrero del Rey y después campo de la gran batalla de Iñaquito. El Presidente Villlengua dijo que él tomaba a su cargo la realización de esta obra y que aunque su verificación era empresa costosa, quería hacerla sin el menor gravamen del público, o sea sin sacar ningunos fondos reales ni municipales.

Lo que hizo entonces este buen magistrado es que conociendo la pasión de los quiteños por las corridas de toros, que las tenían a cada pretexto en la Plaza Mayor o en la de la Carnicería, aplanó bien la Plazuela del Matadero, que así también se la llamaba, y construyó unos pretiles de cal y canto en todo el contorno de la plazuela, "para que la plebe concurra a dicha diversión (de las corridas de toros), se acoja en ellos y no experimente avería" (que ya las habían construido antes); una bien protegida y costosa galería para que las personas pudientes pudiesen gustar desde allí la corrida de toros, y por cuya ocupación "debía pagar una cuota (entrada) a beneficio de la conservación de la obra pública de la Alameda", mientras la plebe tenía entrada gratuita detrás de los pretiles de seguridad.

Es, pues, así, con este ingenioso arbitrio de doble propósito, cómo el sagaz presidente Villalengua dio a la ciudad de Quito, no sólo el hermoso paseo público de La Alameda, sino, conjuntamente, la primera Plaza de Toros bien organizada que tuvo nuestra ciudad en tiempos coloniales. Ésta costeaba el mantenimiento de aquella. Por otra parte, las casas particulares que miraban a la plazuela tenían sus propios balcones para que las familias disfrutasen desde allí de las corridas de toros”.

Lo curioso del caso es que en el lugar donde existió la plazuela de las Carnicerías y la primera plaza de toros se edificaría, décadas más tarde, el Teatro Nacional Sucre, construcción de estilo clásico que aún conserva su calidad de principal escenario cultural de la ciudad de Quito.

A la primera plaza le sucedieron otras como la de la ciudadela Larrea, la de Guangacalle, la Belmonte, la Arenas y finalmente la plaza de toros Quito, cosos que acogieron a los quiteños y a su desmedida afición. Así las cosas, podemos confirmar que la fiesta de los toros forma parte de la vasta riqueza cultural de la ciudad y su gente.


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