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Ruedo: La vocación

Miércoles, 05 Sep 2012    México, D.F.    Heriberto Murrieta | Opinión   
La columna de este miércoles en Récord
Con motivo de la reaparición del novillero Cristian Hernández el domingo antepasado en la Plaza México después de dos años de ausencia, quedó al descubierto el tema de la vocación de los toreros.

Hernández demostró que no es un mal torero pero cortarse la coleta en un arranque de impotencia nos hizo dudar sobre si su verdadera vocación es serlo. Suponiendo que sí es su vocación y que aquél fue un lapsus, el resultado de un momento de tribulación, es interesante detenernos en este tema capital en la Fiesta de toros.

La vocación no es una corazonada sino un llamado, la certeza absoluta de que ser torero colma las ideas y los sentimientos de un hombre. Forzosamente necesita venir acompañada de diversos atributos como son el valor y la decisión. El sentido estético, la intuición, la inteligencia y la creatividad ya son lujos que apuntalan a los grandes toreros, los que marcan la diferencia.

Para el torero con vocación no hay otro camino que el de ser torero. Esta es una vocación que, llevada a la práctica, se convierte en una forma de vida. El torero vive en eso, en torero, desde que sale el sol hasta el ocaso. Piensa como torero, habla como torero, actúa como torero, camina como torero, razona como torero. Suele decirse que al diestro que se permite ciertas concesiones, el celoso toro le pasa factura.

Es una vocación rebosante de ilusión, de inquietudes, de sobresaltos, de inspiración, de gusto, de arte y de una forma muy particular de ver la vida, puesto que en cualquier momento el toro puede arrancarla de sus manos.

La hazaña de Sixto

Ya que hemos venido hablando sobre la única visita al picador que por lo general realiza el toro en la suerte de varas contemporánea, resulta oportuno recordar la hazaña del picador mexicano Sixto Vázquez el 31 de julio de 1955 en la plaza de Las Ventas de Madrid. Habiendo resultado herido "El Güero" Miguel Ángel en el coso de Barcelona, Sixto recibió la autorización para actuar bajo las órdenes de Jaime Bravo en la novillada que se celebró en la capital española en la fecha arriba mencionada. Era la presentación del piquero michoacano en Las Ventas. Días antes se había suscitado una polémica sobre si a los toros españoles se les podía picar de largo, considerando su peso y volumen.

Llegado el quinto de la tarde, Sixto, que quería probarse a sí mismo, le solicitó a Bravo que convenciera al reacio peón español de turno de que le pusiera largo al novillo "Canastero", de la ganadería de Domingo Ortega. Cinco soberbios puyazos le recetó Sixto Vázquez que, a decir de Vicente Zabala, "motivaron el mismo número de explosiones de locura, comparables con lo que sucede en un estadio de futbol al anotarse un gol". Zabala puntualiza: "Hacía mucho tiempo que en España no se veía la suerte de varas en todo su esplendor, es decir, ejecutada tal y como mandan los cánones, de largo, sin ventajas para el hombre de la puya, toreando a caballo en un cite gallardo y lleno de verdad y hermosura, con la vara en alto, invitando al toro a una reunión sin mentiras, con la nobleza que siempre debiera existir en la más bella de todas las fiestas".

Después de que Jaime Bravo realizó una magnífica faena que le valió el corte de una oreja, Sixto dio una vuelta al ruedo a pie bajo los clamores del público madrileño. Ocho días más tarde, tras otra gran actuación en El Puerto de Santa María, la gente obligó al presidente a darle una oreja, caso insólito en la historia del toreo.

Sixto Vázquez Rocha nació en Uruapan el 3 de enero de 1916. Se presentó como novillero en la plaza de toros El Toreo de la Condesa el primero de mayo de 1941. Se retiró en la Plaza México el 8 de abril de 1984 y falleció el 5 de agosto de 1995. Hermano de los también picadores Israel y Crescencio, tuvo un hijo torero, Mario Vázquez "El Politécnico", así como un sobrino picador de toros, hijo de Israel, que todavía está en activo dando lustre a esta dinastía: David Vázquez.

57 años después de la hazaña de Sixto, el potosino Ignacio Meléndez nos dio otra gran satisfacción durante la pasada Feria de San Isidro al picar, de largo también, a un toro que se arrancó con poderío. ¡Cuánta belleza recobraría la suerte de varas si al toro no se le descastara tanto y el público desinformado la supiera apreciar! 


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