Evocación: Jesús Solórzano y "Bellotero"
Sábado, 21 Jul 2012
Aguascalientes, Ags.
Xavier González Fisher | Foto: Archivo
Un triunfo que le abrió muchas puertas
El ecuador de la década de los sesenta en nuestro país, en las filas de los novilleros, resulta ser una especie de etapa de hidalgos, entendido el término en su sentido original, es decir hijos de algo. En ese tiempo se presentaron en la Plaza México varios toreros que llevaban nombre o sangre ilustre, o ambos, como Ricardo Torres, hijo del gran torero hidalguense de la edad de oro; Manolo Rangel y Ricardo García, sobrinos del mismo diestro o Víctor Pastor, hijo de un novillero retirado y promotor en esos días de espectáculos bufos.
Luego estaban Luciano Contreras, hijo del otro Luciano que alguna vez saliera en volandas de la plaza de la Carretera de Aragón en Madrid; Javier Liceaga, emparentado con ese frondoso tronco que iniciara el gran David; de estirpe de varilargueros era Rafael Muñoz Chito; de ganaderos lo era Gonzalo Yturbe y Armando Mora era ya el tercero o cuarto de una familia de toreros de la Triana de Aguascalientes que hacía el intento de llegar a matador de toros y Manolo Espinosa, el hijo mayor del maestro Armillita y Alfonso Ramírez Ibarra "Calesero Chico" también se preparaban para subir al escalafón mayor. Entre esos modernos hidalgos, se encontraba Jesús Solórzano, hijo del Rey del Temple, quien llenó importantes páginas de grandes acontecimientos en la historia del toreo.
El 18 de octubre de 1964 estaba anunciada la vigesimosexta novillada de la temporada correspondiente a ese calendario y a despecho de lo que hoy sucede, en los tendidos de la gran plaza se congregaron unas 15 mil personas para ver actuar a Solórzano, quien alternó con Ricardo García y el debutante estadounidense Diego O’Bolger. Curioso festejo este, en el que los tres toreros salieron vestidos de verde muy claro y oro, para enfrentar a los novillos de Santo Domingo que esperaban en los corrales.
La tarde fue ventosa, lo que dificultó la lidia en algunos momentos y sitios del ruedo. En la revisión del vídeo, una actitud que me llamó la atención, es el hecho de que Jesús Solórzano, cumpliendo con su papel de director de lidia, estuvo en todo momento auxiliando a la peonería y a sus alternantes y ordenando las cosas cuando el viento las dejaba fuera de su sitio.
Otros sucesos destacables fueron el ver a le peonería salir a recibir a los toros y correrlos a una mano, bregar por delante para no tocar los lados y en el segundo tercio, saliendo a buscar toro donde esté, no esperando a que se los capoteen en exceso para ponerlo en suerte. Bien se habla de que Felipe González "El Talismán Poblano", Liborio Ruiz, Cayetano Leal "Pepe-Hillo", Antonio Martínez "La Crónica" y esa gran generación de toreros mexicanos de plata, son algo que hemos perdido irremisiblemente, pues hoy, poco, por no decir que nada de eso vemos en nuestras plazas.
El cuarto de la tarde se llamó "Bellotero", número 113, y se le anunciaron 358 kilos de peso y ante él, como dijo en su narración televisiva Pepe Alameda, el trasteo, tuvo cualidades como imaginación, sello, temple y estructura y así, Jesús Solórzano lo recibió con un farol de rodillas; tomó las banderillas y el tercer par, al sesgo por afuera, fue el más destacado. Con la muleta, templó y enseñó gran variedad con los remates, pues abrochó unas series con la arrucina y el de pecho ligados; otras con el "kikirikí" y no le faltó tampoco el pase de la firma y cuando toreó al natural citó de frente, logrando una serie breve pero templada y de buen aire.
Aunque se pedía el indulto de "Bellotero", Solórzano se tira a matar –como es debido– y pincha en lo alto. Al segundo intento deja una estocada a un tiempo, ligeramente desprendida, pero que es suficiente para que doble "Bellotero" y surja el grito de ¡torero!, ¡torero! El juez de plaza concede la vuelta al ruedo a los despojos de "Bellotero" y las orejas y el rabo a Jesús Solórzano que pasea solamente las dos orejas, para acallar algunas protestas que se suscitaron en los tendidos.
Tras de su actuación, declaró lo siguiente a Pepe Alameda, que como decía, narraba para la televisión:
"...A la gente la había soñado así, pero la faena tuvo muchos defectos para mi modo de ver… aunque el momento más emotivo para mí, fue cuando toree al natural, de frente, en el último tramo de la faena… Lo que uno siente, lo tiene que sentir la gente… Todo depende de lo que salga por la puerta de toriles, si todos salen como este de hoy, seguramente cortaremos las orejas siempre…"
Unos domingos antes, Calesero Chico había realizado una gran faena a "Monarca", de San Antonio de Triana, en la tarde de su presentación en la capital, quienes tuvieron la fortuna de verla, señalan que fue una de las grandes tardes en la historia de las novilladas en esa ciudad y hoy, quizás podamos, junto con la que da motivo a esto que hoy escribo, colocarlas con las de Rafael Osorno a "Mañico" de Matancillas en el viejo Toreo; la de Fernando de los Reyes "El Callao", a "Cuadrillero" de San Mateo y años después, la de José Antonio Ramírez El Capitán –hermano de Calesero Chico– a "Pelotero" de San Martín, como ejemplo de las obras más acabadas de novilleros en las principales plazas de la capital mexicana.
Con esta faena a "Bellotero" de Santo Domingo, Jesús Solórzano hijo comenzó a escribir una historia que descansa además sobre los vértices de "Fedayín", de Torrecilla, y "Billetero", de Mariano Ramírez, que son quizás, los trasteos más destacados de este torero mexicano en el ruedo de Insurgentes. Es por eso que hoy, al llegar el diestro a sus setenta años de vida, recuerdo esta brillante actuación de un torero que como poco se acostumbra hoy en día, se preocupó por serlo… y parecerlo.
Esos eran los tiempos en los que no había aquí, al menos oficialmente escuelas de tauromaquia. Esos hidalgos de la mitad del Siglo XX abrevaron el aprendizaje del toro en su casa, en la vida de todos los días. Quizás por eso siempre se han preocupado por llevar consigo esa torería, tan escasa en estos tiempos que corren y que en sus manos, es un verdadero tesoro y en estos tiempos que corren, aparentemente, en peligro de extinción.
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