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Opinión: ¿Arbitrariedad "humana" en Bogotá?

Miércoles, 20 Jun 2012    Bogotá, Colombia    Paulo A. Sánchez | Opinión | Foto: El Heraldo   
El alcalde Gustavo Petro, enemigo de la Fiesta en Bogotá

El alcalde en su soledad o en su inconveniente círculo de cercanías, está llevando a la ciudad, y sobre todo a los ciudadanos, a polarizarse frente a sus decisiones. Un hecho que el mismo criticó abierta y enfáticamente del ex presidente Álvaro Uribe Vélez, y que sin duda (y en eso estoy completamente de acuerdo con el alcalde Petro) constituyó una de las etapas más oscuras de Colombia.

Es absolutamente incoherente y sorpresivo que el alcalde, cuya campaña a la presidencia, y posteriormente a la alcaldía mayor de Bogotá, transitó claramente los caminos de la democracia y la tolerancia y su "política del amor" describió los diálogos fraternos, la concertación y el respeto por la diferencia como ejes de su gobernabilidad, ahora adopte una conducta autoritaria y tome la decisión de suspender de manera unilateral el contrato de mandato que tiene el distrito con la Corporación Taurina de Bogotá para la celebración de festejos taurinos en la plaza de toros Santamaría.

Si bien el alcalde puede intervenir de manera directa a través de actos arbitrarios e impositivos en las propiedades del distrito, claro es también que no corresponde a la esencia de la democracia y de la política del amor, desconocer lo que existe detrás de la simple acción de suspensión de un contrato de mandato.

Una "alcaldada" puede suspender el contrato, no lo dudo; pero un demócrata no puede ampararse en su fuero para ignorar los diálogos y argumentos contenidos en ellos y que tanto han apelado a la protección de la fiesta de los toros por parte de la constitución colombiana, la misma que Petro ha dicho: regir su vida y sus acciones sin excepción, y que solo buscan el reconocimiento plural de una minoría respetuosa y vigente de una manifestación que hasta la saciedad ha probado ser de carácter cultural.

Como asunto cultural importante, que genera controversia, aceptación y rechazo, práctica y resistencia, creo que la Fiesta ha sido ignorada a propósito e irresponsablemente por parte de las autoridades culturales de la ciudad. No ha habido un solo pronunciamiento claro y abierto de la señora Clarisa Ruiz Correal, secretaria de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá, acerca del tema de los toros en la capital.

Los temas de universalización de la cultura, oportunos por demás, se están desarrollando en Bogotá, y por eso se han desplegado estrategias de visibilización, hermanamiento e intercambio con países del resto del mundo en franco, generoso y enriquecedor diálogo global sobre todos los temas de la cultura. Si tanto miramos para afuera, ¿por qué la señora Ruiz Correal no se ha tomado el trabajo de preguntar bajo que premisas y con que argumentos en España fueron trasladados los toros a la cartera de asuntos culturales?

Todo este asunto de los toros en Bogotá ha tenido un tratamiento antidemocrático por donde se le mire. Y no solamente ese hecho desvirtúa el concepto de Bogotá Humana con el que nos cautivó Gustavo Petro. Yo mismo trabajé en su campaña, convencido de que ese proyecto "plural" era la vía expedita para darle prelación como nunca antes al desarrollo humano, sin que la prioridad fuera detenerse en el inciso para cerrar los oídos a los reclamos de los colectivos diversos y minoritarios; práctica que ha hecho que Bogotá a través de los años se haya convertido en una ciudad excluyente y determinada por los vaivenes de sus alcaldes, en su mayoría déspotas que no supieron llevar a la práctica sus discursos aparentemente amplios y en los que contenían a los más de ocho millones de habitantes de la capital. Pero paradójicamente la Bogotá Humana está plagada ahora de acciones mecánicas, de imposiciones que desconocen al ser humano en su diferencia.

Si el problema es que quiere sentar un precedente para que quede claro quién es el que detenta el poder en Bogotá, pues entonces plantéenos en su diálogo, hasta ahora incoherente, que con la fuerza de esta minoría construyamos otra plaza, de carácter privado y que no le toquemos el predio que usted ahora administra. Si la falta de diálogo nos tuviera que llevar a esos extremos en los que queda aún más en evidencia la exclusión, no importa; podemos erigir una nueva plaza también como monumento a la intolerancia y a la segregación.

Alcalde Petro, no basta con elegir entre sus colaboradores a lideres LGBT, con garantizar el mínimo vital de agua a los estratos 0 y 1. Son muchos más los sectores minoritarios desconocidos. Y los taurinos no estamos pidiéndole plata, porque cierto es que la mayoría de los que asisten a este tipo de espectáculos tienen la posibilidad de acceder a los festejos en torno a esta manifestación, y que entre sus aficionados deben estar los responsables de su patrocinio y financiación.

Déjenos seguir siendo minoría, reconózcanos en su espíritu de demócrata. No valide con sus acciones el fuerte señalamiento que sus más cercanos amigos ahora le están endilgando. No permita que se vuelva unánime y colectivo el criterio de su amigo Daniel García Peña cuando sentencia con precisión que "un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota".

A los honorables magistrados de la Corte Constitucional les exigimos, como ciudadanos, que se pronuncien sobre esta decisión del alcalde Petro y que a todas luces desconoce sus fallos y sus sentencias concordantes con la protección de la tradición taurina y su práctica libre como reconocida manifestación cultural.


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