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Por la libertad y el derecho de las minorías

Sábado, 24 Mar 2012    México, D.F.    Adrián Goméz | Especial | Foto: Archivo   
El inteligente punto de vista de un aficionado

Como un ciudadano mexicano y como un apasionado creyente de los valores y derechos del pluriculturalismo en el siglo XXI, de los derechos de los pueblos, particularmente de la libertad de expresión -derecho mucho más amplio que la libertad de palabras; es una libertad de vida- deseo manifestar por este conducto mi repudio y condena total a este nuevo abuso de poder que se está ejerciendo al seno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal contra los derechos culturales de las minorías, al pretender prohibir la existencia de la Tauromaquia en los márgenes de su demarcación territorial que cubre el vital territorio de la capital de nuestro país.

A qué responde este nuevo abuso y violación a los derechos culturales de las minorías falsamente en nombre de la "modernidad", porque no hay modernidad sin multiculturalismo. ¿Acaso a un legítimo intento de preservación de la vida animal?

Ciertamente no, porque la muerte de ejemplares de ganado en el Arte de la Tauromaquia únicamente representa el 0.2 por ciento de la industria de manejo del gen la República Mexicana.

Lógicamente, si desearan preservar la vida de tantos ejemplares como fuera posible, entonces se ocuparían sus maniobras políticas a costa del Erario Público -nuevamente desperdiciado por la intolerancia de unos cuantos- en la causa de mortandad de ganado que representa el 99.8 por ciento de los casos en los rasros de la carne.

Por si fuera poco, es un hecho irrefutable que nuestra cultura de tauromaquia no es una actividad que tienda a la extinción de una especie biológica valiosa del planeta; muy por el contrario, es una actividad cultural que centra sus recursos en la reproducción y perpetuación de la especie depurada con la crianza del toro de lidia.

Son esos intolerantes los que procuran a la extinción en el planeta de esta especie biológica que nos ha tocado la suerte de contemplar en todo su vigor y majestuosidad; porque ellos saben bien que sin la tauromaquia no existe ningún tipo de viabilidad en su preservación reproductiva.

¿Será que quieren ver reducida la magnífica especie nacional de nuestro toro de lidia a la existencia de un par de ejemplares raquíticos arrinconados en algún zoológico, como trágicamente sucedió con el oso negro mexicano en total peligro de extinción, no sólo de extinción, sino de degradación biológica natural?

Indudablemente que a esa triste condena de la malentendida "modernidad" precipitarán a toda nuestra ejemplar casta nacional de ganado de lidia existente en la actualidad, quedando la existencia de nuestro folclor cultural y tradiciones ancestrales del México mestizo y rural relegadas, junto con tantas otras, a la sentencia de muerte decretada por un imperialismo cultural consumista.

La verdad acerca de esta agresión contra nosotros, los que tenemos alguna parte en la cultura de la tauromaquia nacional, sea artística, histórica, regional o meramente sentimental, en fin, todos los que conformamos esta identidad cultural de arraigo innegable en México -aunque este hecho pese a los intolerantes- es que existe algún sector del poder político que considera a la diversidad cultural de los pueblos del mundo como un muy serio obstáculo a sus posibilidades de homogenización y sometimiento de todos los criterios individuales a la sola idiosincrasia de sus preferencias personales y de régimen.

El crecimiento de un poder político desaforado saben bien que sólo puede darse a costa del derecho a la libertad de expresión de un pueblo, de otra forma, este podría gritar y señalar dónde está la esclavitud y defenderse se ella.

Conocen demasiado bien los ansiados siervos del poder único y totalitario -destructor de cualquier diferencia cultural- que la mejor forma de cancelar la temida libertad de expresión, en los hechos, es eliminando la existencia de las manifestaciones de expresión y sociabilidad peculiares de un pueblo, que escapan de sus controles "político-administrativos" por el sólo hecho de pertenecer a las minorías culturales.

¿Pertenece la Tauromaquia a una minoría cultural? Sin duda, porque la tauromaquia es expresión artística de la cultura rural enraizada en nuestra antigüedad. Es el cuadro más refinadamente compuesto, sintetizado, de la vida del hombre y su relación con el mundo, pintado con los ancestrales colores del mundo de base agrícola y rural.

La prohibición de la tauromaquia equivale al asesinato que la cultura citadina hace de la cultura rural, la cual según su concepto, no tiene cabida en su hegemonía. ¿Por qué las ansias por destruir hasta el último vestigio de la cultura rural en el siglo XXI del paisaje gris de la artificialidad consumista?

¿Qué es lo que una ciudad encuentra aborrecible al contemplar la vivacidad de colores y humores de una lucha tradicional, que libra el humano frente a la bestia? Si yo tuviera que responder a esa pregunta, a la cuestión de la lucha de muerte entre la cultura citadina y la del campo (la que se resiste a ser borrada del todo) diría yo que la ciudad, al tender siempre a la artificialidad de la vida, por sus ansias de poder, detesta que el campo, y sus formas demasiado humanas, delatan a cada paso lo palpable de las fuerzas de la naturaleza y su devenir, es decir, lo real de la vida y de la muerte.

Y una simple reflexión del ciudadano común, sobre la vida y la muerte, pone fin sencillamente al fundamento de toda pretensión del poder político ejercido de manera totalitaria en su ámbito característico, la ciudad, que de fondo quiere suprimir hasta a las leyes naturales mismas, cual ahogándolas con todos sus artificios consumistas.

Pero no seré yo quien responda a la cuestión. En su lugar dejaré que sea el ilustrado Montesquieu quien lo haga, como lo hizo con el Espíritu de las Leyes, con su demostración de que la esclavitud y las servidumbres corren rampantes en todas las citadinas planicies, mientras que la vida agreste representa, frente a la ciudad, el mayor bastión de la libertad, que siempre escapa a toda homogeneización de ideas.

¿No será que la persecución contra el Arte Taurino no busca "dignificar" a la humanidad, sino suprimir un vital Arte rural que inspira que con sus lances de libertad? Por lo que a nosotros los ciudadanos comunes toca, quienes atesoramos la cultura mexicana alimentada del campo y la ciudad, defenderemos por todos los medios que otorgue la política y la ley para revertir -y en su caso impugnar- aún ante las más altas instancias, lo que no es sino un derecho fundamental a la libertad de expresión de una minoría cultural; sí, minoría, pero integrante de la misma nación al fin y al cabo.


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