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Especial: Les cuesta un ojo

Sábado, 10 Mar 2012    Monterrey, N.L.    Martín Banda | Cortesía Cancha | Foto: Diario Montañés   
Interesante recuento de varios toreros que perdieron la visión de un ojo

Con motivo de la reaparición de Juan José Padilla en Olivenza, nuestro colega, el periodista Martín Banda, hace un recuento en Cancha, de varios de los toreros que han perdido la visión de un ojo y han continuado en la difícil profesión dentro de los ruedos.

Luis Ortiz Valladares, "Luis de Pauloba", siendo novillero y con 18 años, sufrió en la plaza de Cuenca una cornada muy grave que le provocó destrozos en la boca, perdiendo además la visión del ojo izquierdo.

La cornada se produjo al entrar a matar y salió rebotado en el encuentro.

"Fue el 31 de marzo de 1991. Estaba de novillero y fue al entrar a matar, me echó mano el novillo por la pierna, caí al suelo y desgraciadamente me metió el pitón por la boca, me partió la faringe, la laringe, las cuerdas vocales, los maxilares superior e inferior y estamos aquí de milagro", expresa en entrevista telefónica Monterrey-Sevilla.

"Fue muy duro para mí, era un niño con 18 años y fue una cornada muy desagradable, muy gorda, pero como has dicho, los toreros somos especiales, volví a torear y seguí tirando del carro. Tuve que empezar aprender a comer de nuevo, a hablar, a moverme por mí mismo, pero fue gracias a Dios, a mi familia y a todos los seres que me quieren que me estuvieron apoyando que me vi con fuerza y empecé a torear", añadió.

El sevillano regresó a los ruedos el 9 de agosto del mismo año en Huelva, España.

El papá de 'El Juli' pierde ojo derecho

Un caso singular es el de Julián López López, un novillero retirado a quien un utrero le vació el ojo derecho cuando tenía 21 años.

Quizá su nombre, ligado a sus apellidos, no diga gran cosa, pero cuando se detalla que es el papá de El Juli, la relación viene de inmediato.

Lo que en su época no pudo conseguir Julián padre, años después se vio recompensado con la fortuna de ser el progenitor de uno de los precoces toreros, convertido en gran figura del toreo y uno de los más importantes de la baraja taurina del mundo. El Juli es para su padre como "el niño de sus ojos".

Pinchazo salva vida de Javier Vázquez

El 4 de mayo de 1994, el madrileño Javier Vázquez sufrió un percance que estuvo a punto de acabar con su vida.

Al entrar a matar, su ojo izquierdo impactó con el extremo de una banderilla, que por entonces eran rígidas, de madera, y perdió por completo la visión. Vázquez se sitió afortunado, ya que la espada pinchó en hueso y frenó su impulso. En caso contrario, el palo pudo haberle atravesado el cerebro.

No pudo cumplir su primer objetivo, que era reaparecer en la Feria de San Isidro, menos de un mes después del accidente, pero sí lo hizo en dos meses, en Segovia.

Sevilla marcó a Lucio Sandín

El novillero Lucio Sandín perdió el ojo derecho tras una cornada en la Maestranza de Sevilla en el año 1983.

Tras la operación, el torero quiso seguir ejerciendo su vocación y volvió a los ruedos sólo dos meses después de la cornada, pero fue un accidente automovilístico el que terminó por retirarlo de la fiesta brava.

"Lo más difícil de torear tuerto es la pérdida del sentido de las distancias porque es más complicado calcular al máximo", señala el torero retirado. Había tenido tanto miedo antes de volver que cuando me vi de nuevo ante el toro, sólo sentí el deseo de triunfar. Un torero con un solo ojo puede continuar con su profesión y Padilla no será la primera excepción".

El Saltillense fue un figurón fuera del ruedo

Aún era novillero cuando en 1970 un ejemplar de Zotoluca, en Santa Clara del Cobre, le propinó un derrote seco a Armando Rosales Gámez, "El Saltillense", que le provocó la perdida del globo ocular derecho.

El 23 de noviembre de 1980 cumplió su sueño de ser matador, pero de inmediato se retiró y optó por dedicarse por completo a la fotografía taurina, en la que fue "figura" casi 40 años.

El Saltillense murió el 11 de diciembre del 2011, a la edad de 63 años.

Ahora me ignoran: José Rubén Arroyo

El poblano José Rubén Arroyo tenía ante sí un futuro promisorio. Estaba por formar parte de la Escuela Taurina de Pastejé, de la que surgieron muchos matadores, y de repetir en la Plaza México, en la que en su única oportunidad había sido herido en la pantorrilla.

Sin embargo, tentando una vaca en la ganadería de Álvaro Espinosa, el 28 de noviembre de 1997, un derrote seco que le propinó una vaca le reventó el ojo derecho y frenó su destino.

"Mi calvario no comenzó entonces, el calvario es ahorita. El domingo vi al doctor Herrerías en la Plaza México y ni siquiera me recibió la mano y el saludo. Ése es el calvario. Ver que pasan toros para otras personas y a lo mejor ellos (los empresarios) no tienen la mentalidad adecuada para sobreponerse a eso (mi percance), y lo que se imaginen de mí es sólo eso, no tienen el poder más que el que yo les pueda dar, si me dejarán demostrarlo", manifiesta Arroyo.

Tras el percance, un médico de Ciudad Victoria opinó que debían sacarle el globo ocular. En la madrugada del siguiente día, en el Sanatorio Español de la Ciudad de México, a donde se le trasladó en ambulancia aérea, el retinólogo Daniel Ochoa opinó que "el caso era grave y que había que cerrar el ojo".

Arroyo regresó a los ruedos, se convirtió en matador y sigue esperando oportunidades.


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