El Juli triunfó en rebeldía contra las circunstancias el pasado domingo en la México. Esa manera de arrimarse, desesperada, rabiosa, cargada de ansiedad no era sino su forma de reivindicarse y de sacar a relucir el orgullo malherido en la lucha de despachos que este invierno se vive en España.
Cuatro orejas se llevó el torero del barrio de San Blas, que no de Velilla, para dejar claro que, como buen guerrero, no se va a dar por vencido en su pulso con las empresas, que amenazan con dejarle en la cuneta en un año en que el sistema taurino español está sumido en un cruento reciclaje para ponerse en orden ante la crisis.
En los últimos días, las reivindicaciones de los toreros del que llaman G-10 en materia de derechos de imagen han quedado algo más claras, después de varias semanas de confusión. Y la conclusión al respecto a la que han llegado la prensa y la opinión pública no es ciertamente positiva para los protagonistas.
A destiempo, demasiado exigente, mal encauzada y claramente insolidaria con el resto del escalafón, la gestión de All Sports Media (la empresa a la que han encargado este trabajo) se va a volver contra esas mismas figuras como un boomerang. Sus aparentemente lícitas, y tardías, reivindicaciones están quedando ocultas bajo una gruesa capa de sospechas y desinformación. La sensación es que ellos mismos han fabricado su propia trampa poniéndose en manos de un especulador.
Porque, después de varios cruces de comunicados, el aficionado no ha "comprado" su mensaje sino que ha acabado tomando partido por el otro bando, el de las empresas, aunque, paradójicamente, estas hayan contraatacado elaborando unos carteles de muy escaso nivel en las primeras ferias de la temporada europea.
Su consigna ha sido prescindir de varias de las principales figuras y, sobre todo, de ese Juli que parece ser su enemigo a batir. Pero las disparatadas soluciones alternativas al tirón taquillero de algunas figuras no parece que vayan a ser las más rentables ni las más acertadas.
Así, la fórmula "torista" de Castellón, ese triangular con los hierros de Miura, Cuadri y Victorino –del que, por cierto, se ha dejado fuera a El Fundi, en otra de las grandes injusticias que ha sufrido en su carrera– es el plato fuerte de un ciclo magdalenero sin apenas atractivo, salvo para una minoría.
En Valencia, por su parte, no se ha contado con Juli ni con Morante, así como tampoco con Perera y Cayetano, en otro abono extraño que suena a experimento, ese por el que las empresas van a medir la posibilidad defender sus abonos prescindiendo de los toreros de mayor caché. Mientras que en Arles, dos de los "puntos fuertes" de los carteles son ni más ni menos que Ruiz Miguel y Víctor Mendes, como si la máquina del tiempo nos hubiera llevado directamente a los años ochenta.
Estas son sólo las primeras consecuencias del pulso de poder a que nos ha llevado la crisis económica. La lucha por el reducido mercado y los reducidos beneficios y la resistencia a ceder privilegios de unos y otros enturbian aún más estos tiempos confusos que también se viven en el toreo.
Y lo que nos queda por ver.