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Evocación: Una pluma para diletantes

Sábado, 07 Mar 2009    Aguascalientes, Ags    Jesús Zavala Pérez-Moreno   
Jesús Gómez, In memoriam

El 17 de febrero pasado la ciudad de Aguascalientes perdió a uno de sus principales baluartes de la crónica taurina: Jesús Gómez Medina. Saber de toros es algo que pocos pueden jactarse de ello y escribir bien de toros es aún más complicado. Don Jesús poseía esas dos cualidades: ser un aficionado sensible y conocedor, y un cronista con una pluma diletante.

Me parece que la mejor manera de rendir un homenaje póstumo a ese gran hombre es, precisamente, recordando una de sus más célebres crónicas, la que escribió la tarde del 25 de abril de 1978, después de presenciar la faena inmortal de Manolo Martínez al toro "Teniente", de la ganadería de San Miguel de Mimihuápam.

Para el que esto escribe, resulta doblemente significativo este tributo. Por una parte, don Jesús me dispensó su calidez y su afecto, y fue ni más ni menos que el padre de mi esposa María Teresa, y abuelo de mi hija Matilde; y, por otra, el día de mi primera comunión, Manolo Martínez fungió como padrino de la ceremonia, la víspera del encuentro con el toro "Aceituno", de Tequisquiapan, al que cuajó otra de sus grandes faenas en la Plaza México, en el año de 1971.

Dejemos pues que don Jesús nos deleite con su prosa, y recordemos su crónica publicada el 26 de abril de 1978 en El Sol del Centro, de esta capital hidrocálida.

“Se abrieron las compuertas del arte y el caudal que de ellas brotó impetuoso, fecundó, cual limo de milagrería, la arcilla de la Plaza Monumental para que con ella se erigiese la estatua del bien torear.

Y así fue: con ella o mejor, sobre ella plasmó Manolo Martínez la serie admirable de esculturas vivientes que podrían constituir la lección más rotunda y ejemplificante. El toreo es eso; el toreo es éste, sería el mensaje que de tal lección se desprendiese.

El toreo es eso: parar, templar y mandar, hacer obra de arte ahí, donde la presencia del pitón puede resultar preanuncio de sangre. El toreo es eso: ennoblecer el bárbaro juego que tal vez nació en Creta, junto al azul radioso del Mar Egeo, y que, tras desufrir influencias varias que lo transformaron, llegó hasta nosotros como legado de la Madre España. El toreo es eso: ejercicio espiritual más que disciplina física, que infunde plasticidad y ritmo y que vuelve emocionalmente bella, la vieja contienda entre la bestia, todo instinto y fiereza, y el hombre, ser inteligente con un anhelo inmenso de perfección y de belleza.

¡Y el torero! ¡Ah!, el torero, señores fue ayer un Manolo Martínez estupendo, de proporciones artísticas vastísimas que, empinándose sobre el pedestal de su madurez y de su arte, consumó la mejor faena que haya realizado, hasta hoy, en Aguascalientes.

¡"Teniente", que gran toro de Mimiahuápam!

Más para que una obra de tan depurado arte se consume, para la realización de la faena cumbre era necesario la presencia, ante el torero, de un burel de condiciones también excepcionales. Bravo y alegre claro en su embestida: y con la casta necesaria para aguantar un trasteo doblemente aniquilador: por su longitud y porque casi todo él fue hecho a base de toreo en redondo.

De estas características resultó "Teniente", un cárdeno de buena estampa, vuelto de pitones y marcado con el número 118. Salió en quinto lugar -el llamado de honor- y de inmediato dio fe de sus cualidades. Se realizaba, pues, la conjunción entre el torero artista y el toro con calidad, que constituyen los elementos de las faenas cumbres, de las grandes gestas del toreo.

La faena cumbre

Manolo, que entendió luego el regio presente que le enviaba el licenciado Alberto Bailleres, cuidó celosamente de "Teniente". Pocos capotazos, un puyazo leve, pues el toro no andaba sobrado de fuerza; los banderilleros que cumplen rápidamente su cometido… y a torear, previa dedicatoria de la faena a la señora Alicia Ibarra de Ramírez, gentil hada madrina de la gran faena.

¡La gran faena!... ¡La faena cumbre de Manolo Martínez en Aguascalientes! Erguido, señorial, mayestático, fue Manolo eslabonado, mejor diríamos: engarzando los muletazos de tan singular trasteo. El encadenamiento de los pases resultaba perfecto; el mando, imperioso, definitivo; el temple se acentuaba hasta tornarse caricioso en las series postreras, cuando el acoplamiento entre Manolo y el estupendo "Teniente" había llegado a ser total.

El natural, pase clave del toreo, repetido una y muchas veces; los derechazos; el de pecho, que permitía al burel acariciar los bordados de la casaquilla; los molinetes, girando pausada y gentilmente ante el toro; trincherazos con una y otra mano, y el del desdén a manera de rúbrica imperial.

Y todo ello a pie firme, apurando las distancias hasta hacerlas desaparecer en ocasiones; ciñéndose de verdad, en suma, frente al delirio de más de diez mil enfebrecidos espectadores mientras el de Mimiahuapam, centrado en el engaño, muy fijo y presto siempre a embestir, como son los toros de ley, iba mejorando en sus condiciones a tal grado que un sector de aficionados comenzó a solicitar su indulto. Creció la demanda; accedió el juez y "Teniente" regresó a los corrales, mientras Manolo Martínez vivía sus minutos de apoteosis. Aclamaciones rotundas, música, vueltas al ruedo, diluvio de prendas.

Y los honores, también para el ganadero; el licenciado Alberto Bailleres, que salió a su vez a la arena para recibir el homenaje a que las singulares características de "Teniente" lo hicieron acreedor.

A todo esto, El Sol de Oro tenía ya un poseedor indiscutible: Manolo Martínez.

Tal vez en esta gran faena pueda apreciar la gran concentración de Manolo Martínez para llevarla a cabo y a la par de ello, se demuestra la grandeza del torero, cuando seguramente convertido en un artista solitario, buscando la complacencia consigo mismo, se dio la proyección del arte hacia el tendido y recuerdo como todos lo sentimos, lo aplaudimos y nos llenamos de una gran luminosidad torera que se derramó en la plaza, derribándose las barreras mentales de quienes siguieron al torero como detractores. Después de esto, finalmente concedo la razón a quienes afirman que el arte mata todo."


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