Aunque con diferentes matices, los cuatro novillos de Huichapan tuvieron calidad y fueron materia prima como para pensar en el triunfo por parte de los jóvenes espadas, que esta tarde dejaron pasar una gran oportunidad en la Plaza Arroyo.

El negrito en el arroz fue el ejemplar de regalo, lidiado en quinto lugar por un Paulo Campero que perdió la posibilidad de tocar pelo ante el que abrió plaza debido a sus fallas con la espada, de tal forma que decidió realizar este obsequio.

Ante el primero, Paulo se notó centrado y, además de demostrar garra, toreó muy bien por momentos. Tras quitar por gaoneras y colocar las banderillas con más mérito que lucimiento, invitando a Jaime Adrián en este segundo tercio, inició su trasteo toreando de rodillas, para luego ligar muletazos con mucho temple, aprovechando las cualidades del novillo, que metía la cabeza con gran despaciosidad aunque era un poquito tardo y de a poco se fue agarrando más al piso.

Buenos trazos estructuró tanto con la diestra como con la siniestra, terminando por alargar de más la faena, debido a lo cual el de Huichapan terminó por ayudarle poco en la suerte suprema, alejando de esta forma el trofeo que tenía ganado a ley.

El de regalo no correspondio ni en hechuras con los de la lidia ordinaria. Defendiéndose desde el primer tercio, le puso difíciles las cosas a Campero, sobre todo cuando se aquerenció cerca de tablas apenas en los albores de la faena. Y aunque no hubo mucha tela de donde cortar, el muchacho no mostró lo que había dejado patente delante de su primero, pues se nubló y terminó a la deriva.

Jorge Rizo llegó tarde al compromiso e incluso no partió plaza; por suerte, lidiaba al último de la tarde, al que enfrentó vistiendo con unos pantalones de monosabio, debido a que la taleguilla se desgarró. Este ejemplar dio un juego extraordinario, pues tenía nobleza, recorrido y mucha clase en sus embestidas.

Lástima que Rizo no logró encontrarle la distancia y a menudo quedaba fuera de sitio, muy lejos del ejemplar, y así fue imposible ligar. Buenos derechazos y un par de naturales dibujó cuando acertó a quedarse donde requería el burel, pero su labor jamás tomó vuelo y dejó ir un magnífico novillo que fue premiado a la postre con arrastre lento, merecido reconocimiento para el astado criado por don Adolfo Lugo Verduzco.

La única vuelta al ruedo la dio Jaime Adrián, un torero que desde que se abrió de capa mostró voluntad y variedad, como cuando ejecutó el quite de oro. Cubrió el tercio de banderillas, correspondiendo en la invitación a Campero, y con la muleta su trasteo careció de estructura, quizá debido a lo poco toreado que está el chaval.

Y aunque aislados, hubo destellos buen calado; ahí quedaran tres magníficos derechazos y otros tantos naturales, pero no con la ligazón que pedía a gritos este estupendo novillo, que con bravura y calidad acudía a los engaños. Al torear por bernardinas, el ejemplar le echó mano en un aparatoso arropón del que salió con una herida en el tobillo derecho. Tras matar de un pinchazo hondo, dio la vuelta al ruedo en medio de algunos pañuelos blancos que solicitaban la oreja.

José Mari Macías sumó su tercera tarde de manera consecutiva y de nueva cuenta no pudo lograr el triunfo, quedando todo en un buen sabor de boca. El astado que enfrentó fue manajeble, pastueño y obediente, aunque con poca duración. El tlaxcalteca pegó derechazos con empaque y mostró que tiene el oficio bien aprendido, aunque sin poder redondear su labor.