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El Toreo, en pedazos

Sábado, 18 Oct 2008    México, D.F.    Heriberto Murrieta   
Adiós a un coso cargado de tradición, pegado a la Ciudad de México
La frase del encabezado no pretende ilustrar la situación de nuestra fragmentada Fiesta, donde existen profundas divisiones que contribuyen a agudizar su crisis. Y tampoco se refiere al toreo como espectáculo, sino al Toreo como la plaza que está demoliéndose en el Estado de México.

Todos los días paso por ahí. He sido testigo a corta distancia de cómo las topadoras, las machacadoras silenciosas y las gigantescas bolas que penden de un cable han ido acabando con el viejo bastión: primero la cubierta de mampostería de la cúpula, luego la madeja de hierro que originalmente había dado forma al legendario coso de la Condesa, escenario de grandes hazañas de la llamada Época de Oro… Esta mañana sólo quedaba un diez por ciento de la construcción. Desde el Periférico apenas asoman unos hierros entrelazados que son sostenidos por gigantescas tuercas oxidadas.

Antes de ir al grano, cabe un repaso. Si bien asistir a las corridas en "El Toreo" resultaba toda una excursión, en otras épocas no había tráfico de automóviles y la modernidad de las primeras grandes vialidades permitía llegar al moderno escenario taurino con facilidad.

El primer gran triunfo en El Toreo se registró el domingo 7 de diciembre de 1947: Carlos Arruza le cortó las orejas y el rabo al toro "Zorrito" de la ganadería jalisciense de La Punta. "El Ciclón Mexicano" tendría su primera despedida de los ruedos justamente en el coliseo mexiquense el 22 de febrero de 1948.

En los años cincuenta se dio la Feria Guadalupana, todo un éxito artístico en el que se registraron triunfos de Antonio Ordóñez, Fermín Rivera, Miguel Báez "Litri", Antonio Borrero "Chamaco" y Fernando de los Reyes "El Callao", el sentimental artista tlaxcalteca que recibió la alternativa en Cuatro Caminos el 8 de diciembre de 1956 de manos del maestro Fermín Rivera. En esa época se daban corridas los sábados en "El Toreo" y los domingos en la Plaza México.

En 1958 ocurrió la pavorosa cornada en la boca de Escultor de "Zacapetec" a Antonio Velázquez y Calesero se subió al caballo para hacer las veces de picador con un toro de Peñuelas en 1959. En los años sesenta se dieron varios acontecimientos notables en el coso aún descubierto de Naucalpan: la famosa y estética revolera de frente de Calesero a un toro de Pastejé; las grandes faenas de Paco Camino a los berrendos de Santo Domingo; las despedidas de El Soldado y Cagancho; el indulto del toro "Espartaco", criado por Mario Moreno "Cantinflas" y toreado magistralmente por José Huerta; la gravísima cornada de "Pablito" de Reyes Huerta al propio diestro de Tetela y el inicio de la rivalidad de Manuel Capetillo y Manolo Martínez, que desembocaría en la cesión de la estafeta del toreo mexicano del gran "Capeto" al figurón regiomontano.

Al tiempo en que era techada, prácticamente no hubo actividad en los años setenta y ochenta, y en 1994 se dio una corta temporada en condiciones de penumbra y goteras, con regular respuesta del público.

Pero volviendo al tema inicial, hablo de un Toreo en pedazos porque lo están vendiendo en partes. La empresa Demoliciones y Excavaciones, que derribó uno de los edificios de Tlatelolco tras los temblores de 1985, el edificio El Roble y el Banco Central de Nicaragua, entre otros inmuebles a lo largo de cinco décadas, ha puesto a la venta objetos que alguna vez formaron parte de la plaza cuatrocaminera.

Ofrecen al mejor postor la báscula, cuatro burladeros, la puerta de toriles, la puerta principal de cantera, los seguros de las puertas, piezas del muro que iba a ser la fachada y que terminó adornando uno de los pasillos interiores, el capitel de la columna del altar y hasta las cubetas abolladas de los vendedores de cerveza. Memorabilia taurina de un elefante blanco que está reduciéndose a escombros inexorablemente. ¿Habrá algún coleccionista dispuesto a comprar tales recuerdos materiales? 

"Las placas de bronce conmemorativas de los grandes acontecimientos no se venden porque fueron robadas”, nos dice con resignación Gabriela Carmona, cuyo padre don Gabriel, fue el encargado de derribar la plazota.

Quien compre esos objetos se quedará con pedazos de historia de una plaza que llegó a tener importancia, como explicamos líneas arriba. Retazos que servirán para recordarnos que, lejos de fortalecerse, tristemente la Fiesta cede terreno.


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