El torero de Galapagar se pone a punto para reaparecer en la Plaza México, en la corrida del domingo 18 de enero, la primera de las únicas tres en las que actuará en cosos americanos al comienzo de su temporada 2009.

Y lo hace en la soledad del campo, serenamente, concentrado, pensando en que la afición de México le espera con gran ilusión tras la gesta del pasado 5 de febrero, cuando le puso el corazón por delante a un fiero toro de Los Encinos, en una faena desgarradora de entrega y pundonor.

En días pasados ha toreado varias veces en la asolerada finca potosina de De Santiago, propiedad de Pepe Garfias de los Santos. Un total de cinco toros, fuertes y con trapío, como para cualquier plaza de primera categoría. Así es como hay que asumir el compromiso que está a la vuelta de la esquina. Y los ha lidiado con su habitual maestría.

Dicen quienes le han visto, que todo lo ha hecho con absoluta pureza; que sus procedimientos dentro de la placita de tientas han tenido la importancia que él le da a todo cuanto hace frente al toro; que la forma de torear es de una seriedad sobrecogedora y una sentimental profundidad. No en vano están hablando de José Tomás, uno de los toreros más grandiosos de cuantos han existido.