Un sábado, por septiembre de 1917, con Don Pío, el cronista titular en vacaciones, una orden resuena en la redacción de El Liberal: "Clarito, mañana hará usted lo de Madrid. Toreaban una "corrida de alto bordo", Joselito y Belmonte apadrinando la alternativa de Félix Merino.
En busca de dar un aldabonazo, el incipiente relator se pasó de rigor y puso "mal a los tres". Al otro día, Don Ramón Pérez de Ayala (connotado escritor y político), protector de Clarito, le leía la crónica a Belmonte mientras Toribio lo afeitaba. Picado, el maestro exclamó:
—¡Cla-Cla… Clarito! ¿Quién será este Cla… Clarito?
—Yo le conozco –dijo defensivamente don Ramón.
—Es un periodista novato, pero que vale mucho.
—¿Cu-cuánto vale? —Dejó caer Juan ("Memorias de Clarito").
Más allá de la sufrida crónica taurina, la socarronería hurgaba en una llaga tenebrante de la filosofía; la trampa del lenguaje. Desde la Grecia Clásica, dato y relato, curso y discurso, texto y contexto, exégesis y eiségesis... Parménides, Heráclito, Zenón… ¿Es acaso el lenguaje espejo de la realidad?
Las mismas palabras, habladas o escritas, llaman una cosa o la otra, según quien las diga, cómo las diga, en que ámbito las diga, con que intención o tono las diga… "El lenguaje es un juego regido por el uso" concluía Wittgestein, contemporáneo de Belmonte.
Estamos viendo la corrida en directo por televisión y al tiempo el audio, nos la están contando y explicando. Relatores y comentaristas, a su criterio, a su gusto, a su modo, no al nuestro. Y resulta muchas veces que lo visto no solo difiere de lo escuchado, sino que nos parece todo lo contrario. Y al otro día, cuando leemos las noticias, pues peor. Pero terminamos asumiéndolas colectivamente, consciente o inconscientemente.
Cada uno habla o escribe de la procesión según le va o pretende que le vaya en ella. Así ha sido siempre, en la historia, el periodismo, el comercio, la política, el arte, el amor, la ciencia, la cotidianidad... Y siempre también, al final, hay acuerdo sobre lo real, o lo que se da por ello. El lenguaje es un conjunto de citas.
Solo hasta hace unos quinientos años la humanidad, y eso que no toda, convino que la tierra no era plana. Solo hace poco más de un siglo El Guerra (pontífice), hablando por todo el toreo anterior desahució al joven Belmonte, con su célebre frase: "Así no se puede torear, porque lo que no se puede no se puede y además es imposible". Pero bastaron apenas diez años para que lo "imposible" fuera la única manera posible.
Bueno, la certeza es una tan imperiosa necesidad del hombre, que cuando no la encuentra la inventa. Ficción, ilusión, utopías, cuentos, teatro, cine, poesía, propaganda, palabras… La trampa del lenguaje nos conduce a esa otra realidad. En donde siempre hay cosas que miradas al derecho parecen granadillas y miradas al revés, granadillas otra vez…, aunque sean peras.