Un triunfo compartido, con corte de tres orejas por montera, tuvieron en la corrida de esta noche los matadores tlaxcaltecas Rafael Ortega y José Luis Angelino, que fueron paseados a hombros, en tanto Rodrigo Santos perdió los premios por fallos al matar.
 
Tras el toque luctuoso subrayado con un minuto de aplausos, por el reciente deceso del empresario Gabriel Huerta, hermano del ganadero José María Arturo Huerta, Rafael Ortega enfrentó al segundo de la velada, terciado y débil que en un principio se desentendía de los engaños; lo llevó a media altura con lo que pudo ligarle una faena que parecía no tener, ya que perdía las manos con frecuencia, lo despachó de estocada delantera cortando la primera oreja.
 
El quinto peleó con el piquero y fue pasado con un puyazo, merecía ser llevado con más cadencia puesto que se empleó bien; acelerado estuvo Rafael desde el capote exceptuando las verónicas; le festejaron dos pares al violín sin demasiado ceñimiento, y un par de cortas. Después toreó en series derechistas, metiéndose a los costillares o de plano sujetándose de los cuartos traseros; en suma, abundó el toreo para la galería y con celeridad, dando espectáculo, pero como mató certeramente la petición se generalizó y le conceden dos orejas mientras el toro fue arrastrado lentamente.
 
Refrendó José Luis Angelino los anteriores triunfos en este coso, lástima que todo lo variado y bien ejecutado con el capote desmereció ante la poca presencia del cornúpeta; le anotamos dos buenos pares al cuarteo pues al intentar clavar cortas fracasó dejándolas en el pescuezo; en el tercio de muleta el animal se fue apagando de manera que José Luis optó por entrar a matar, lo hizo con acierto, de manera que lo premiaron con un apéndice.
 
El que cerró plaza amagó con saltar al callejón, le dieron un puyazo, luego brotaron saltilleras y caleserinas que arrancaron fuertes palmas; aseadamente cubrió el tercio de banderilla. Sin embargo el trasteo fue largo con temple, destacando el toreo al natural; con estocada caída puso punto final al bovino del que le entregaron dos orejas.
 
Rodrigo Santos actuó por delante ante un toro con son en la embestida, lo llevó templado al torear con la grupa en un principio alentador; clavó acertadamente banderillas a una y dos manos impactando con la santina, lamentablemente falló al matar desde su caballo y a pie se vio en aprietos antes de meter la espada, se fue al callejón en silencio.
 
Volvió a estar empeñoso con su segundo, emocionando a la gente sobre todo cuando cabalgó de costado, ejecutó las suertes sin la precisión requerida y de nueva cuenta falló con el rejón de muerte pero descabelló a la primera. Saludó en el tercio y de ahí se animó a recorrer el redondel.