La suerte y el azar jugaron esta tarde un papel fundamental en el festejo noveno de reapertura de la plaza "Nuevo Progreso". El afortunado en el sorteo fue el espada venezolano, Jesús Enrique Colombo.
Quien pinchó en hueso fue el tlaxcalteca Uriel Moreno "El Zapata", pero el premio gordo fue para André Lagravere "El Galo", quien recibió un astado que reemplazó al sexto, devuelto por -creemos fue la razón de la autoridad- falta de trapío; simplemente -casi, para no exagerar- el toro soñado. Ligero de romana, bravo en el caballo, bien armado, noble, pronto, obediente a los engaños, de amplio recorrido y que humillaba cuando así lo llevaron.
Jesús Enrique Colombo se presentó en la difícil aduana tapatía, mas el destino fue benévolo con él; pero la parte que le tocaba, que era capitalizar las buenas condiciones de los dos astados que le correspondieron, uno de Campo Hermoso y otro del hierro titular, Barralva fue correctamente cumplido.
Destaco su bien hacer en el segundo tercio del quinto y la faena, fundamentalmente muy bien construida que fue del agrado del público.
Al primero de su lote le toreó muy bien; aunque el Campo Hermoso se desfondó pronto, el venezolano -literal- se pasó los amplios pitacos por la barriga. Concluyó con una soberbia estocada entera en el hoyo de las agujas, para que el astado rodara espectacularmente.
El veterano Uriel Moreno "El Zapata" bailó con tres feas: los dos toros de Barralva que le tocaron en el sorteo y una bolita de chuflas en el tendido de sol. Aplauden a los picadores cuando no pican, le pitan a los del castoreño cuando lo hacen (no distinguen un toro que requiere picarse de otro que no) y como si estuvieran en la lucha libre "abuchean" por molestar.
De hecho, estos fueron capaces de aplaudir en el arrastre al primero de la tarde, un toro cortísimo de recorrido y que desarrolló sentido, que además buscaba las pantorrillas del torero. Eso sí, el tlaxcalteca se mantuvo responsable y sensato. Y Lagravere -una pena- no supo cobrar el premio mayor.