La tarde de cierre de la Feria, ha sido un corolario de generosidad que no viene al caso discutir, a tenor de la idiosincrasia de nuestras plazas de toros venezolanas. Se cortaron 10 orejas e indultó un toro, y si vamos a lo legal, era para la mitad de ello y poco menos. Más nada…

Abrió plaza el rejoneador José Luis Rodríguez, quien estuvo correcto y solvente ante las embestidas por arreones del astado del hierro de Los Aránguez. Dos fueron los rejones de castigo que recetó con autoridad el jinete emeritense, el cual luego en farpas luciría correcto y sin las premuras de actuaciones precedentes. Destacaría unas farpas clavando en el estribo, y citando de frente, lo que le dio pie a que tras rejón de muerte trasero, caído y contrario, saludara desde el tercio.

Ya en lidia ordinaria Manuel Escribano se encontraría con las embestidas de Moria, el cual supo ver y aprovechar en toda su plenitud. Con dicho burel Escribano estuvo cumbre, en todos los tercios, especialmente sobre la mano diestra donde, en la muleta, el toro se vino a más, razón por la que supo sacar partido por ambos pitones, en especial sobre la derecha, donde basó su trasteo. La bravura y nobleza el burel fue a más, para tras la solitud ferviente del indulto, el palco no le tocó otra opción que concederlo, para contarle las dos orejas simbólicas.

Menos opciones fueron las que tuvo ante el segundo del lote, pero ello no fue óbice para que destacara, en especial en trasteo de mucha entrega y valor además de disposición, para al final tras certero y ligeramente caído espadazo, le colocara en sus manos dos orejas, algo excesivo para lo que en realidad fue la faena.

Debutaba en Venezuela el coleta madrileño Fernando Adrián, que tuvo un lote a contra estilo. Su primero fue un animal que se dejo algo en especial por la mano diestra donde se vieron los mejores momentos de su actuación, el cual tras estocada entera traserita se le concediera una oreja, premio que no pudo alcanzar por las condiciones poco prestas al lucimiento de su segundo del lote. 

Esto motivaría tras verse en varios momentos en apuros, se le concediera la ocasión de regalar el sobrero, dejando artefactos por la mano diestra., aprovechando las intermitentes embestidas de la res. La gente se encaprichó sin aun no entender de la condición del lote.

Trabajada labor la que se ha permitido Colombo en su lote. Su primero una belleza, saca de las antiguas revista de La Lidia, recordaba luego de llevarlo por ambos pintones que tras el contundente espadazo, le hizo cortar la primera de sus apéndices. Los otros vinieron tras labor más a la galería que otra cosa, para nuevamente requerir de una mano contundente con los aceros, para recibir las dos orejas