"... Radica en respetar y celebrar aquello que nos conecta..."
El bienestar animal es un concepto fundamental en el debate moderno sobre la relación entre seres humanos y animales. Sin embargo, en un mundo donde las ideologías buscan imponer visiones únicas, es crucial entender que la tauromaquia no solo cumple con estos principios, sino que los eleva a una expresión de respeto y tradición
En los últimos días, algunas declaraciones de políticos mexicanos sobre el bienestar animal me han llevado a pensar que existe una confusión de conceptos. Por ejemplo, el diputado Royfid Torres, coordinador de Movimiento Ciudadano en la CDMX dijo: "Ya no debería haber ninguna duda sobre la posición del Congreso sobre las corridas de toros. No puede haber una excepción a una disposición constitucional, tenemos que caminar en torno al bienestar animal".
La alcaldesa de Guadalajara, Verónica Delgadillo, también se pronunció sobre el tema a propósito del regreso de los toros a la Nuevo Progreso. Dijo respetar la ley, pero apoyar las causas del bienestar animal e informó que presentará una iniciativa para pedirle al legislativo federal que regule las políticas relacionadas con la protección animal.
El bienestar animal es crucial en cualquier debate sobre nuestra relación con los animales. En la tauromaquia, este principio no solo es relevante, sino que constituye un pilar que guía cada etapa de la vida del toro bravo. Desde su nacimiento hasta su último momento en el ruedo, el toro es cuidado con un respeto que refleja su singularidad como especie y su papel central en una tradición que trasciende generaciones.
La Organización Mundial de Sanidad Animal establece cinco libertades como la base del bienestar animal:
1. Vivir libre de hambre y sed, porque está bien alimentado.
2. Libre de incomodidades, porque se le proporciona un ambiente adecuado.
3. Libre de dolor, lesiones y enfermedades, porque recibe cuidados médicos constantes.
4. Libre de miedo y estrés, con condiciones que aseguren su tranquilidad.
5. Con la libertad de expresar sus comportamientos naturales.
En comparación con los sistemas de crianza industrializados, donde los animales son tratados como productos, en las ganaderías de toros bravos, estas libertades no solo se cumplen, sino que se elevan como un compromiso continuo. Esto demuestra que la tauromaquia no es un obstáculo para el bienestar animal, sino una forma única de preservarlo
.
El toro de lidia vive de forma plena y en libertad. Su alimentación está garantizada, su salud es vigilada constantemente y, sobre todo, tiene la oportunidad de comportarse como lo que es: un animal fuerte e indómito. Esta conexión con su entorno le permite desarrollar plenamente su esencia, algo que no es posible en ningún otro sistema de crianza.
Durante la corrida, el toro bravo libera betaendorfinas, sustancias naturales que reducen el dolor y le otorgan la resistencia necesaria para enfrentar la lidia. Este mecanismo, que no se observa con esa intensidad en otros bovinos, demuestra cómo está diseñado para enfrentar los desafíos con fuerza y resistencia. Este fenómeno nos recuerda cómo la naturaleza ha dotado al toro bravo de vigor y empuje, atributos esenciales que definen su carácter indómito.
Hablar del bienestar animal en la tauromaquia también implica abordar el tema del sacrificio. Para muchos, este es un punto de controversia; sin embargo, es importante comprender que la muerte del toro bravo en el ruedo está cargada de significado. A diferencia de otros animales, cuya vida y muerte pasan desapercibidas, el fin del toro bravo es un momento de reconocimiento y honra.
Cuando el toro pisa la arena, lo hace como un contrincante digno, un adversario que enfrenta cada pase con la misma bravura que ha definido su vida. Su muerte no es el resultado de un proceso industrial o un acto rutinario; es la culminación de una vida que ha sido respetada y celebrada en cada etapa. Cada tarde en la plaza, el toro se convierte en protagonista de un ritual que celebra su carácter y su lugar en la memoria colectiva.
El sacrificio del toro bravo es una paradoja cargada de simbolismo: un acto que celebra la vida a través de la muerte. En el ruedo, el toro no es solo un animal, sino un símbolo de resistencia y autenticidad. Su muerte es un recordatorio de nuestra conexión con lo indómito y la importancia de honrar aquello que nos enfrenta con nuestra fragilidad.
En las corridas, la muerte del toro no es solo un final; es un legado. Su sacrificio es un recordatorio de la conexión profunda entre el ser humano y su entorno, un acto que combina el respeto, la tradición y el valor. Proteger al toro bravo no es solo defender su vida, sino también todo lo que representa: la lucha, la resistencia y la admiración hacia lo indómito y lo auténtico.
Un mundo sin el toro bravo sería un mundo con paisajes vacíos, ecosistemas fragmentados y una desconexión entre el ser humano y la naturaleza. Este animal, único en su especie, no es solo un símbolo de nuestra historia, sino un puente vivo entre el pasado y el futuro, entre la tradición y el cuidado de la biodiversidad.
El toro bravo vive una vida plena y en libertad, ajeno a los confinamientos del mundo moderno. Su fuerza y esencia salvaje son el reflejo de un equilibrio logrado entre el respeto por su naturaleza y la preservación de una tradición centenaria.
Esperamos que cuando el Legislativo Federal discuta las nuevas regulaciones vinculadas con el bienestar animal, lo haga en forma responsable, informándose, acudiendo con expertos y en base a lo que ha recomendado la Organización Mundial de Sanidad Animal. Que no se dejen llevar por presiones ideológicas o por grupos que quieren imponer un pensamiento único basado en neo-religiones extranjeras.
En una sociedad plural, el debate debe surgir del diálogo informado, no de la imposición. Regular la relación entre humanos y animales implica reconocer su complejidad cultural, económica y ética. Como ha sucedido en tantas otras ocasiones, las decisiones precipitadas o dogmáticas pueden llevar a consecuencias no deseadas, desde el daño a sectores productivos hasta la pérdida de expresiones culturales que han acompañado a la humanidad durante siglos. La reflexión pausada y el respeto por las diferencias son esenciales para evitar que la legislación se convierta en un instrumento de exclusión en lugar de ser un marco para la convivencia.
Preservar al toro bravo no es solo salvaguardar una tradición; es proteger un símbolo de lo auténtico y lo indómito. En un mundo donde lo natural y lo cultural enfrentan constantes amenazas, el toro bravo nos recuerda que el verdadero progreso radica en respetar y celebrar aquello que nos conecta con nuestra esencia más profunda.