La semana pasada fue estrenado en Zacatecas el documental "Torero", producido por la cineasta ecuatoriana Nora Salgado, cinta que literalmente te deja con un "nudo en la garganta" porque es capaz de aterrizar la dureza del toreo a través de la combinación de imágenes y audio.
El documental, en el que tuve el honor de participar narrando un breve fragmento de una faena, describe la vida del matador Mariano Cruz Ordóñez, nativo de Ecuador, concretamente de la ciudad de Riobamba, diestro que actuará este 13 de octubre en Tlahuelilpan, Hidalgo, junto a Jerónimo, en un cartel de mucho aroma.
Y es que Cruz Ordóñez siempre se ha decantado por la cuerda del sentimiento en el toreo. "Es duro renunciar a sentir", expresa con agobio en una de las partes del documental, cuando se cuestiona si es momento de terminar con las "fantasías" y ponerse a trabajar para sostener mejor a sus tres hijas.
La historia de Mariano se parece a la de otros tantos y tantos soñadores de gloria que pasan la vida entera buscando una oportunidad que les cambie el horizonte. De Ecuador a España, y de España a México, sin dirección fija. Así vive Cruz Ordóñez, luchando porque la "ilusión también se cansa", en otra de las frases cumbre de este documental.
Convencido estoy que el concepto de este torero ecuatoriano podría encajar de lujo en la sensibilidad del público mexicano. El año pasado toreó en Tlahuelilpan y triunfó, por lo que ahora lo repiten en este pequeño pueblo donde es difícil exista la repercusión, finalmente de ilusiones vive el hombre y siempre existe esa posibilidad.
No solamente varía la pena que le abrieran a Mariano algunas puertas en los países taurinos por el hecho de empeñarse, sino porque su tauromaquia lo vale. La pureza es difícil de encontrar y en el ecuatoriano se conjuga con una sensibilidad tan especial que, cuando se enreda con un toro, es capaz de "acabar con el cuadro".
Precisamente el deseo de exteriorizar sus sentimientos delante de un toro es ese gran motivo para levantarse todos los días sin desistir ante las adversidades, aquellas que no se lo han puesto fácil al igual que a tantos y tantos soñadores del toreo.
Las complejidades del sistema taurino son evidentes, así como el hecho de que Cruz Ordóñez no es un torero precisamente joven, pues ya supera los 40 años. No obstante, la esperanza muere al último y su tauromaquia lo vale. De eso, no hay duda.