Aunque se trata de un cibermedio especializado en la Fiesta Brava, he querido dedicar esta columna para comentar la experiencia vivida hace un par de días al realizar un recorrido por las calles de la colonia Roma y destacar la inmensa solidaridad de la población.
De entrada, resulta fuerte ver detenida esa céntrica zona de la ciudad, con calles cerradas y una tensa calma que cala hasta los huesos en el triángulo formado entre Álvaro Obregón, San Luis Potosí y Ámsterdam, donde hubo derrumbe de cuatro edificios.
Infinidad de voluntarios, equipados con chalecos fluorescentes y cascos, aportaban todo lo que podían, si bien es cierto que las autoridades correspondientes ya solamente permitían al acceso a la zona de derrumbe a personas especializadas (miembros de brigadas o corporaciones, rescatistas, arquitectos e ingenieros).
La mayor cantidad de movimiento tenía lugar alrededor del edificio colapsado en Álvaro Obregón número 286, donde se ha rescatado a un buen número de personas y comenzaban a trabajar también especialistas internacionales recién llegados a nuestro país.
Un nudo en la garganta provocaba el inmenso cariño de la gente que pasaba horas y horas alrededor de la zona de desastre, apoyando desinteresadamente con todo lo que podían y denotando una humildad que es digna de destacar..
Familias enteras preparaban emparedados y tortas para regalar a cualquiera que pasaba por ahí, sin preguntar quién eran o si tenían alguna relación con familiares o personas atrapadas en el edificio. Cajas de pan dulce, refrescos o café, también eran ofrecidos gracias a la buena voluntad de los vecinos.
Hay muchas maneras de ayudar, ni duda cabe. Licenciados en psicología improvisaron algunos módulos cerca de la zona y ofrecían apoyo en esta materia, mientras que un grupo de paramédicos daba pequeños cursos de primeros auxilios a quienes quisiera acercarse. Todo, huelga decir, de manera gratuita.
Ante las fugas de gas, miembros del heroico cuerpo de bomberos solicitaban no fumar y apagar todos los celulares, mientras que varias ambulancias iban y venían, trasladando a hospitales cercanos a las personas rescatadas, lo cual provocaba sonoras ovaciones y alegría, en momentos desgarradores.
Junto a la sociedad civil, miembros de diferentes corporaciones trabajaban juntos, codo a codo. Bomberos, marineros, militares, policías, brigadistas... todos bajo un objetivo común. Más allá de la tristeza que causa un desastre de esta magnitud y las invaluables pérdida humanas, es satisfactorio apreciar la unión de diversos estamentos en una misma dirección.
Cierto es que un evento de tal magnitud saca lo mejor de cada uno de nosotros... aunque también puede exhibir lo peor. Reprobable que haya quien se aproveche de esta tragedia para delinquir o beneficiarse indebidamente a costa de los demás.
Para rematar este texto quisiera poner sobre la mesa la idea de un festival taurino, con figuras del toreo, para recaudar fondos. Bien podría ser en Plaza México, por ejemplo, y demostrar una vez más que el mundo de los toros se une sin parangón para causas benéficas. Estaremos pendientes.