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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 06 Jul 2017    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
...Hace falta tener valor civil para sincerarse, decir lo que se...
La semana nos deja un par de noticias tristes. La primera, la muerte de un joven novillero llamado Ramiro Celis. Una vez más, un torero muere de una cornada, tal y como ocurrió con Luis Miguel Farfán y Paco Candela en Yucatán en años recientes.

Lejos de los reflectores de la fama, prácticamente en el olvido, Ramiro se convierte en otra víctima de la Fiesta. Y aunque no sepamos nada de su trayectoria, de su forma de ser, de sus anhelos, nuestro pensamiento se solidariza con su lucha.

Es esa misma lucha de muchos otros que buscan la gloria a través de una profesión tan maravillosa, y también tan ingrata, en la mayoría de las ocasiones, tal y como nos lo ha recordado Ricardo Frausto, que el lunes pasado dio a conocer la decisión de retirarse.

El comunicado que envió a los medios es elocuente. Hace falta tener valor civil para sincerarse, decir lo que se piensa y dejar aparcada una profunda vocación. Pudo más el hastío. Pero también merece un gran aplauso el hombre realista y sensato que ya no puede seguir soportando la injusticia.

Es verdad, como lo señala Ricardo, que los carteles de las ferias relevantes están muy cerrados y sólo se ven anunciados los nombres repetidos, de la misma manera en que ocurre en España.

Se trata de un proceder demasiado cómodo por parte de los empresarios, carentes, muchas veces, de la sensibilidad para organizar las cosas con una propuesta más atractiva, donde el toro se encargue de poner o quitar de un sitio a los toreros, y no los intrincados manejos de los despachos.

¿Cómo podría revertirse esta situación? Sólo con buena voluntad… sensibilidad taurina para dar la importancia que tiene cada quien en el toreo; hacer un análisis más particular de las circunstancias de quienes se juegan el pellejo y están preparados para aprovechar una oportunidad. ¿Pero si nunca llega? Ésa es la pregunta.

La espera no puede ser eterna. Es cierto que la paciencia es un don que habita en el corazón de la inmensa mayoría de los toreros. Pero mirando a uno y otro lado, repleto el pecho de rabia ante la escasez de oportunidades, sólo llega el abatimiento… la desesperanza. La carrera de resistencia que es el toreo se convierte en una infinita montaña, carente de cumbre. Y así es imposible soportarlo.

Ricardo Frausto lo sabe y lo ha sufrido. Y no se ha querido machar cobijado por un mustio silencio. No se trata de una derrota, ni mucho menos. Es la sabia decisión de un hombre que no está dispuesto a perder la dignidad, y que está siendo coherente con una circunstancia frustrante que, a partir de ahora, le abrirá nuevos horizontes.

Dar el paso a ser un mortal cualquiera no es fácil, ni tampoco pensar en ganarse la vida con cualquier oficio. Pero la vida sigue, y el orgullo prevalece. Los toreros tienen tal capacidad de adaptación, que suelen triunfar en otros campos de la vida sin demasiada dificultad. Y Ricardo ya dio el primer paso. Enhorabuena, torero, por tu honestidad. Que tengas mucha suerte.


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