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Especial: José Luis Cuevas y José Alameda

Miércoles, 05 Jul 2017    San Luis Potosí, S.L.P.    Gustavo Robledo | Foto: Uniradio   
Ofrecemos un texto de Pepe Alameda sobre José Luis Cuevas

En el año de 1974, un conocido -y consagrado- locutor y cronista taurino publicaba un texto -no taurino- que lo reconoció como un extraordinario escritor y confrontó con los grandes intelectuales mexicanos de la época.

"¿Un cronista de toros hablando de arte...? ¿de Velasco, de Rivera, de Orozco, de Picasso y Dalí?." No solamente habló. Lo escribió.

Su obra "Seis Poemas al Valle de México y Ensayos sobre Estética" revelan a don José Alameda como un extraordinario hombre de letras. Escritor poco conocido por su faceta y popularidad televisiva del espectáculo taurino, pero hombre de letras -prosa y verso- inmensamente preparado y dueño de una cultura increíble.

Aprovecho -respetuosamente- la muerte del maestro José Luis Cuevas para compartir un este texto dedicado al pintor mexicano, denominado "Cuevas, espejo de lo enajenado":

Una obra de arte está viva cuando refleja precisamente una vivencia. Y más si refleja la vivencia central de su tiempo. Aunque sea una vivencia de muerte, de soledad o desvío y, a veces, la de ese polvo de sepulcro que nos queda en la yema de los dedos cuando tocamos el ala de la mariposa —muerte con alas.

El sentimiento de alienación o enajenación, el desarraigo del hombre, solitario entre el ruido del mundo, se revela en Hegel y en Kierkeegard, en Marx y en la estética de Hauser. Se le ha buscado en la pintura y, quizá sin saberlo, José Luis Cuevas ha dado con él.

Muy aparte de sus esfuerzos autopublicitarios y de las limitaciones que algunos señalan en su obra, José Luis Cuevas es popular en nuestro medio, porque refleja. con fuerza superior a la de obras mayores, la vivencia de nuestro tiempo, la alienación, el desarraigo, la crisis del honlbre actual.

"Hegel, que acuña el concepto, llama ´alienación´ al hecho de que el hombre se sienta extraño a sí misrno, atrapado por una sociedad que lo znecaniza y que, en rnuchos aspectos, Io convierte en cosa. Marx usa ya precisamente esta palabra: ´cosificación´. El hombre, en virtud de la división del trabajo, no es dueño de Io que hace, ni siquiera en el mornento de hacerIo, porque sólo hace ´partes´, pedazos de algo; el hombre es, en el mecanismo de la producción, como una pieza más, como un tornillo; se convierte en cosa, se ´cosifica´.

Hauser, explorador de nuestro tiempo al servicio de las ideas estéticas, añade: ´Es fundamental para el concepto de alienación la vivencia del desarraigo, el sentimiento de perplejidad, la desesperanza de poder vivir con arreglo a las propias pretensiones, valoraciones y objetivos´.

"Volvamos ahora los ojos a la pintura de Cuevas, pintura un tanto ´deshecha´, inorgánica, donde las figuras no están precisamente con la misma intención que en la pintura de otras épocas. Muy lejos del hombre del Renacimiento, circunscrito, estable, preciso. pero lambién del hombre del XIX, diluido en la atmósfera flotante del impresionismo. En la pintura de Cuevas está el hombre en soledad. Y sin ruta. Se sabe que no podríamos encontrar una brújula, ni aun fuera del cuadro, en el más apartado rincón del taller.

En los impresionistas, el cuerpo pierde sus contornos. En Cuevas, lo que no tiene contorno es el alma. El cubismo, por ejemplo —digámaslo, ya que el tema nos pone en este camino— es una pintura de presencias absolutas, una pintura corporeizante, definitoria. Que corresponde como forma estética a la proyección filosófica del materialismo dialéctico. Aunque los críticos marxistas oficiales no lo entendieron. Quizá Bresnev lo haya comprendido y de ahí la tardía ´apertura´ soviética hacia formas de un arte ´nuevo´, cuando ya no es ´nuevo´ en el mundo

"Pero, en su manifestación básica —el cubismo —entrañaba un rompimiento revolucionario, de estructura categórica, totalitaria en si misma. El surrealismo, por el contrario, es siempre intuitivo, anhelante y, en el fondo, demagógico, anarquista.

"En la pintura de Cuevas, de apariencia menos ambiciosa, hay huellas del impreciso y eterno paso del hombre hacia la muerte- Tiene, pues, el sentimiento del tiempo- Y es también un sentimiento de alienación, en que el hombre siente que se va y se pierde. No como en el sentimiento de ´eternidad´, que niega el tiempo, puesto que el hornbre quiere quedar, al margen de él. Eternidad no quiere decir ´todo el tiempo´. Quiere decir ´el no tiempo´. En cambio, el tiempo es como un agua gue se nos escapa de entre las manos, pero en la que también podemos naufragar.

"Cuando Cuevas pintó en la Zona Rosa aquel su mural efímero supo que hacía y Io que decía. Reflejó la angustia del hombre actual, perdido en una corriente que no puede detener. Opuso la ´efemeritud´, que flota en la vida de hoy, a la aspiración clásica de los eternistas

"En esto es Cuevas —quizá también sin saberlo— un buen discípulo de Montaigne, el intelectual que adivinó mejor las desazones de un tiempo que, en sus días, apenas afloraba: ´Yo no pinto el ser, pinto su pasaje´. O del gran observador que fue Azorín, ya con sus ojos entre la bruma de la vida nuestra: ´Vivir es ver. O bien, pasar. Somos el tiempo´.

"¿Buen pintor? Nosotros mismos viendo. ¿Mal pintor? .¿Sólo dibujante, o acaso muy pintor, pero a su modo? Está fuera de nuestra realidad misma, huidiza de suyo, el buscar conceptos quietos, o recurrir a ideas ´establecidas´ de valoración, para una vida y una obra que son pura crisis, pregunta sin respuesta. Pero, en el lienzo, Cuevas mete ese temblor que se le comunica desde la vida camino de la muerte. Y en eso precisamente consiste la "vivencia" (el ´Erlebuis´ de Dilthey), en una realidad palpitante reflejada por una conciencia sensible.

"Cuevas, o la vivencia de nuestro tiempo. Espejo de lo enajenado".


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