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Tauromaquia: Mexicanos en San Isidro II

Lunes, 27 Jun 2016    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | Opinión   
La columna de los lunes en La Jornada de Oriente

Llegamos a un tiempo taurino que marcó época en nuestro país, para bien inicialmente aunque a larga nos metiera en un callejón sin aparente salida. Lo encabezó Manolo Martínez, que debutó en España como toda una figura –caso insólito tratándose de un mexicano; se presentó en Toledo un jueves de Corpus, alternando nada menos que con Antonio Ordóñez y Paco Camino, toros portugueses de Cunhal Patricio (05-06-69), y a partir de ahí tomó carrera hasta sumar 48 contratos ese año, con el inconveniente de tres percances casi consecutivos que condicionarían su posterior trayectoria en España, incluida la isidrada de 1970. 


Contratado para tres tardes, salvó por los pelos la primera (22-05-70: confirma alternativa con "Santanero" de Baltasar Ibán de manos de El Viti y le corta forzada orejita, preámbulo del petardo que daría al repetir, bajo de ánimo y forma, en tarde broncas generalizadas ante la magra presencia del ganado de Antonio Pérez, alternando con Ángel Teruel y Miguel Márquez (25-05-70). La tercera corrida de su contrato se suspendió –al encierro de San Miguel de Mimiahuápam lo rechazaron los veterinarios y se lidiaría hasta el año siguiente, y aquel que en España fuera publicitado como "el mexicano de oro", cabeza de su generación en nuestro país, no volvería jamás a Las Ventas.

Lomelín y Mimiahuápam

Ese mismo año 70, haciendo contraste con la defección del regiomontano, se presentó y triunfó con fuerza Antonio Lomelín, camino de convertirse, con Carlos Arruza, en el único matador de cualquier nacionalidad  que en todas sus comparecencias ante la cátedra madrileña ha sido capaz de tocar pelo: tres apéndices al debutar (28-05-70: Andrés Vázquez lo confirmó con el primero de Alonso Moreno de la Cova, "Montillano", al que cortó una oreja, más las dos del cierraplaza "Napolitano", al que banderilleó en los medios y ultimó con la mejor estocada de la feria, según el jurado de los premios Maite); a esa salida por la puerta grande añadiría el de Acapulco la del 15-05-71, apertura de feria, con saltillos de la misma procedencia y el pasaporte de una oreja de cada burel (15-05-71); ese año, su tercero paseíllo en Las Ventas iba a coronarlo desorejando a "Cariñoso", segundo. de una gran corrida de Mimiahuápam –la rechazada el año anterior . En premio, jamás volvería a Madrid ni a ningún posterior San Isidro, que así se las gasta el stablishment hispano. Pero ahí queda esa marca de seis orejas en sólo tres tardes en la catedral del toreo mundial.

Rivera y Cavazos

La de 1971 ha sido la isidrada más mexicana de la historia. No sólo por la ratificación triunfal de Antonio Lomelín y el ejemplar encierro de Mimiahuápam, sino porque Curro Rivera y Eloy Cavazos –en dos carteles cada quien, como Antonio también triunfaron en serio.

A Curro lo confirmó Antonio Bienvenida, que reaparecía. Fue en el quinto festejo (18-05-71), y de inmediato cobró la oreja de "Beluso", de Samuel Flores; y otro apéndice más al repetir, con una corrida asimismo grande y bien armada, del Duque de Pinohermoso, con Ordóñez y Camino como alternantes (última del rondeño en Las Ventas, con corte de oreja a cambio de una voltereta con secuelas cervicales que forzarían su adiós ese mismo verano, en San Sebastián); tanto gustó Curro que lo pusieron mano a mano con Bienvenida en la corrida de Beneficencia, tarde en que, con dos apéndices, abrió por primera vez la Puerta de Madrid (03-06-71).

Lo volvería a hacer al año siguiente en la célebre corrida de Atanasio Fernández, 12a. de feria, en la que Palomo Linares cortó controvertido rabo y el veterano Andrés Vázquez asimismo triunfó. Esa tarde, Curro les cortó las orejas a "Cigarrero" –tan noble que pudo ligarle su circurret reiteradamente– y a "Pitito" –con un punto de genio y aspereza. En cifras, el mayor éxito de un mexicano en Madrid: cuatro orejas y la puerta grande (22-05-1972); había debutado en esa su segunda isidrada cortando un apéndice a un burraco de Osborne-Domecq (17-05-72) y repetido sin suerte a los dos días. Naturalmente, el triunfo con los atanasios lo proyectó con fuerza a la feria del año siguiente. Pero las politiquerías dirían la última palabra, que no le fue favorable.

Sucede que en el invierno, Palomo incursionó por México con escasa fortuna y mucha prensa en contra. Y de regreso a la península, responsabilizó a Curro y a Manolo de manejos subterráneos, cuando la realidad es que aquí nunca cayó bien su estilo, notoriamente grandilocuente y basto. El caso es que en la feria de 1973, el público madrileño recibió de uñas a Curro, minusvaluando su labor con un serio animal de Los Guateles al que estoqueó a ley (20-05-73); ya su primera corrida de aquella feria se había  suspendido por lluvia, en la tercera todo lo opacó Curro Romero con su célebre faena a "Marismeño", de Benítez Cubero (24-05-73) para muchos la cumbre currista en Las Ventas).

Rivera
volvería a San Isidro para torear dos tardes, ya con menos ambiente, en 1977: estuvo bien en ambas, pero otro era el público –la dictadura del 7 embestía con fuerza, con la euforia del pasado cediendo paso a los más nimios cuestionamientos. A su última tarde en Madrid (25-05-77) corresponde la anécdota de la media muleta: acusado a gritos de meter "pico", Curro dobló en dos el engaño armado y realizó así la faena al cuarto de Moreno de la Cova. Para Vicente Zabala "dobló la muleta, la dejó simbólicamente como un pañuelo y toreó con valentía, largura y decisión en tres series al natural que caldearon los ánimos", pero sólo consiguió aminorar las protestas, que convertirían en división la ovación final. De cualquier forma, sus números no tienen paralelo con los de ningún otro mexicano en Madrid, pues en diez corridas toreadas totalizó nueve apéndices.

El toreo airoso y ligero de Eloy Cavazos gustó mucho en Madrid, y su primera salida del coso Las Ventas la hizo a hombros (20-05-71), luego de desorejar a sus dos ejemplares de Osborne-Domecq: el de la confirmación, por Miguelín, se llamó "Retoñito" y "Floripondio" el sexto; por desgracia, tan feliz debut tuvo el contrapunto de una grave cornada nada más abrirse de capa para su segunda actuación (23-05-71, el toro era de Galache).  Al año siguiente, con dos tardes en la feria, Eloy volvió a triunfar, esta vez con un torazo castaño de Amelia Pérez Tabernero al que exprimió con valor y gracia una media embestida alta aunque dócil (29-05-72). Para San Isidro 75 volvieron a programarle en dos carteles, pero como se cambiara a última hora el encierro del primero, el regiomontano se negó a tragar y la empresa llamó a su paisano Rafael Gil “Rafaelillo”, que tuvo una digna actuación y dio vuelta con petición de oreja (12-05-75); Cavazos reapareció en la novena del ciclo (18-05-75) y le cortó, al cuarto de Antonio Pérez de San Fernando,  la primera oreja del mismo, así de mal venían dadas, metido ya Madrid en la sistematización de la hostilidad. Volvería a Madrid al cabo de dos y tres décadas, pero eso ya corresponde a otra etapa de esta historia.  

Mariano y Manolo Arruza

El de la Magdalena tuvo un paso fugaz, limitado a la isidrada de 1974. Estuvo digno, sin más, tanto en su confirmación –padrino Curro Romero, testigo Paquirri, toro "Cocinero", de Arranz, 25-05-74– como al repetir, en tarde de toros protestados y diestros consecuentemente ninguneados por el defraudado cónclave venteño. Menos venturoso aún sería su regreso de 1993, que ya reseñaremos. 

Manolo Arruza le cortó al de su confirmación madrileña la única oreja de aquella tarde –era de Atanasio Fernández y se llamó "Loco", con Palomo de padrino y testimonio de Paquirri, 20.05.75. Manolo volvió varias veces a la feria, tanto en los 70 como en los 80, anunciado casi siempre con corridas duras, en correcto lidiador pero ya sin tocar pelo.

A este período corresponde la circunstancial ocasión en que un  mexicano –Adrián Romerohiciera un único paseíllo en Madrid para quedarse sin confirmar la alternativa, por la cornada que, al intentar un par con las cortas, le infligió "Farolero", de Alonso Moreno. Herida en la región sacrolumbar de 25 centímetros y pronóstico grave que forzaría su perentorio retorno a nuestro país.   

Balance en cifras

Durante los años 70, San Isidro vio lidiar un gran encierro de San Miguel Mimiahuápam –con vuelta al ruedo a "Amistoso", el cuarto, desperdiciado por Victoriano Valencia y actuar, en un total de 22 corridas distribuidas en siete ferias, a ocho matadores mexicanos. A cambio de dos cornadas graves (Cavazos y Romero), seis de dichos espadas tocaron pelo, sumando entre todos la nada despreciable cifra de 20 orejas con seis salidas por la Puerta de Madrid, equitativamente repartidas entre Antonio Lomelín, Curro Rivera y Eloy Cavazos.     


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