Pues José Adame sigue con la premisa de tumbar caña, una tarde sí y otra también. Hoy ha sido frente a un encierro que, si bien no desarrolló cosas feas, lo cierto es que facilidades –que digamos– tampoco. En términos generales fue seria por delante; pero lo fue más en el comportamiento propio de su edad.

Un adjetivo ad-hoc para el festejo sería: emocionante. Con el excitante aroma a peligro que vivifica la fiesta de toros. A esa fiesta de vida y muerte que posee el arte de lidiar reses bravas. Así esta virtud no haya campeado a plenitud en la coqueta –y de pequeño ruedo de la– plaza "Alberto Balderas" en Autlán de La Grana.

Hoy, Adame se fue por delante con los apéndices, pero el triunfador ha sido el público autlense, que disfrutó la actuación de tres profesionales a carta cabal. El que abrió el lote del aguascalentense, "Aprendiz" de nombre, no se prestó para el toreo de capa, y como el resto de sus hermanos atacó fuerte a las caballerías. Este mandó por tierra a Mauro Prado y generó sobresaltos a la infantería en el segundo tercio.

De hecho pareció que bien le hubiera venido un mayor castigo. Adame buscó –y logró– someter al temperamental astado de Xajay, con base en duro toreo por bajo para salir desde las tablas. Enseguida, ya en los medios, le aguantó enormidades a un toro que llegó poderoso al tercio de muerte. Le expuso con seguridad para ganar la partida en muletazos, uno a uno, a través de un trasteo en el que estuvo por encima del astado. Una entera con rotundidad bastó para consumar la faena de oficio y buen toreo. Oreja.

A "Nevaíto", quinto de la tarde, que tuvo una pizca de facilidades, y que al menos tuvo un recorrido con algo más de temple, José le toreó por ambos lados con firmeza, para colocado en el sitio y distancia realizar por ambos lados, una faena meritoria, de mucho interés. Otra buena estocada que recogió la llave del portón de la puerta grande.

Ver la actuación del valenciano Enrique Ponce es participar de la actuación de un torero en el umbral de una sabiduría plena. Al que abrió plaza, lo lanceó más para centrarse que para el lucimiento. Ya en el tercio de muerte sometió con dureza y rigor; pero fiel a sí mismo, al toro "Aprendiz", que no acabó de entregarse. Se dio a pinchar y perdió el trofeo que le habría significado salir también a hombros.

Ésta la cortó a su segundo, el de menor tonelaje y trapío; pero con el que hubo –también– que aplicar toda su amplia biblioteca de tauromaquia. Durante su trasteo, pleno de estética y buen gusto, el público disfrutó y reconoció la sabiduría del hispano. Una media en buen sitio bastó para lucir el trofeo.

Al sorprendente peruano Andrés Roca Rey, la tarde lo pintó de bastos. Por más empeño que puso, lo que se llevó en el sorteo no tuvo condiciones. Pero la disposición con sus dos enemigos; sobre todo con el sexto de la tarde, que tumbó de fea y peligrosísima manera al picador David Vázquez, quien cayó en la cara del astado para ser cogido peligrosamente y que nos hizo temer un grave percance.

Todo quedó en dolorosos rayones en la espalda y en el ego. Roca Rey demostró que su carnet está más vigente que nunca. La estocada podría ser la del serial de carnaval de 2016,