Banners
Banners
Banners

Tauromaquia: De mitos y fantasmas

Lunes, 08 Feb 2016    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | Opinión   
La columna de hoy en La Jornada de Oriente

Terminada la corrida de la expectación gigantesca y la decepción acorde, en corrillos aledaños a La México se comentaba que al parecer se dieron cita en el atestado coso grupos pagados con la consigna de incordiar a José Tomás a la menor provocación, lo que se conoce como “reventadores”, vocablo que una dama participante puso ipso facto al día como una particular forma de bullying. En realidad, tales grupos de alquiler han existido siempre. Hijos de las claques que operaban en el antiguo mundo del teatro y que asistían a las representaciones con la sola misión de aplaudir o abuchear a determinados autores y actores dramáticos, resulta de lo más natural que pronto se extendieran hacia ámbitos como la ópera, la música de concierto y la danza. A los toros habrán llegado en los albores de la corrida moderna, contemporánea de Moliere, Mozart y Verdi, y de Bizet, Wagner y Zorrilla. 

En cosos de la capital mexicana fue notoria su presencia en apoyo o repulsa de los Gaona, Balderas, Garza o Martínez, por citar unos cuantos ejemplos ilustres. Y hay indicios de que han seguido ahí, apareciendo y desapareciendo a conveniencia de determinados actores e intereses soterrados. Por lo pronto, el domingo anterior hubo silbatinas tan desproporcionadas, en comparación con lo más o menos usual en el embudo de Insurgentes, como la que saludó el otorgamiento de la oreja del 1o. a José Tomas –por una faena muy por encima del claudicante manso de Los Encinos, rematada de entregado volapié—y, desde luego, la orquestada protesta que saludó la presencia del 5o., que aunque cuatreño y con media tonelada lucía una estampa poco arrogante. Curiosamente, y a diferencia de los ruidosos abucheos de tantas tardes contra animales verdaderamente insignificantes, no cayó un solo cojín a la arena; aun así, el juez lo devolvió en el acto. Para que se diera suelta, entonces sí, a un ejemplar de Xajay visiblemente anovillado, para regocijo de la fracción más escandalosa, notoriamente ubicada en sol general.

Son, en fin, detalles para la reflexión. Sobre todo si atendemos a su concordancia con la posterior reacción de publicronistas y medios adictos a la empresa, en abierta competencia por ver quién conseguía anatematizar más rudamente a un torero que, sin conseguir ser él mismo en casi ningún momento, hizo más de lo que merecía la floja y rengueante muestra de post toros de lidia mexicanos que en mala hora eligieron sus veedores. Eso que, en última instancia, sí responsabilidad de Tomás y su gente, independientemente de “ayudas” ajenas y cacofonías a cargo de la orquesta mediática.

¿Mito o fantasma?

José Tomás dio la impresión de no sentirse a gusto en ningún momento, como ausente del coso, de sí mismo y del compromiso contraído. Inclusive, los toros puntearon más de la cuenta esos engaños suyos de telas sueltas a la antigua, nada rígidos ni acartonados. Excesivamente parco en el primer tercio –el solitario quite por  chicuelinas al 5o. acalló por un instante la protesta, pero sin superar el que Adame había realizado antes, con su primero.  No obstante, la faena al abreplaza “Bellotero” –mansote, débil, aplomadísimo— no desmintió el legendario aguante de este torero, aunque el par de peligrosas volteretas denunciara cierta falta de destreza y puesta a punto física. Lo mató por derecho y la oreja podría discutirse, pero la tremenda silbatina que la saludó estuvo fuera de contexto. Primera señal de que algo turbio flotaba en el ambiente.

Normalmente “Platero”, el cárdeno plateado que hizo 3o., noblón y escaso de fuerza pese al puyacito simulado, debió ser, en manos de JT, toro de triunfo cantado. Pero José lo dejó ir. Y aunque hubo al menos tres largas tandas en que el temple y la cadencia iban acentuándose conforme se sucedían los muletazos –más de siete por serie, dos de ellas por el pitón derecho, una al natural, espléndidas—, ni el fuelle del torillo dio para más ni el torero supo redondear la faena; “Platero” terminó por rajarse, y todo se diluyó en muletazos aislados y sin hilván, par de pinchazos y descabello al tercer empujón, no sin que sonara antes un aviso. La salida al tercio, fuertemente ovacionada, supo a poco. 

Luego vendría el sainete del toro devuelto, el esmirriado reemplazo, las iras populares y un trasteo por la cara, de mero trámite. Y como despedida, una pita generalizada y a todo pulmón, mientras Joselito Adame era aupado en hombros.  

Reafirmación de Adame

El nuevo ciclón hidrocálido cerró una temporada intachable. Pisando fuerte y recio desde el paseíllo, habría salido a oreja por toro de no ser por su deficiente espada. Sitio, valor y convicción fueron sus armas y el público estuvo de su lado aunque terminara por protestar el par de apéndices del cierraplaza, precipitadamente concedidas. Insistiendo, había cuajado por ambos pitones a “Patol”, negro girón con 596 kilos, aunque es probable que el de Los Encinos diera más de sí si no lo acosa José tan en corto desde el principio. Más preocupante resulta su indefinición estilística, pues en el curso de sus faenas alternó toreo bueno con ostentoso encimismo, y muletazos largos y templados con tandas de trazo vertiginoso y alguna reminiscencia cavacista. Y matando, si bien coronó su tercera faena –brindada a JT—de estoconazo aguantando, con“Seda Gris”, el cárdeno de De la Mora primero suyo, había dado el mítin del pinchauvas y escuchado un aviso.

Y casi lo mismo con el cornialto “Pitayo”, de Los Encinos. Sigue siendo nuestro principal proyecto de figura, por eso mismo debe exigírsele más. Y no sólo en el plano de la voluntad, la gallardía y el entusiasmo, en lo que es irreprochable, sino en el cultivo de una personalidad bien definida y dotada de expresión propia.   

El quite de Herrerías

Rafael Herrerías no tardó ni un día en soltarse el bigote en su afán por tenderle la mano al “gran derrotado” del domingo, mediante el público y generoso ofrecimiento de una oportunidad de desquite,  poniendo a su disposición para el efecto la fecha libre del 28 de febrero. Claro que tanto altruismo tuvo como contrapartida la acusación a JT de desagradecido, no sin aclarar que, de acuerdo con su muy personal saber taurino, el de Galapagar es puro bloff, y existen en la actualidad varios toreros muy superiores. Sin embargo, nunca antes ofreció a ninguna figura en trance parecido –y conste que todas han recibido severas cojinizas en Insurgentes-- la opción a reivindicarse con que ahora se apresuró a obsequiar a José Tomás. Contando, quizás, con que la previsible negativa del interpelado dejaría a éste más desairado que al propio ofertante.    

También señaló que, pese al llenazo, la reaparición de JT sólo le reportó a su empresa quebraderos de cabeza, mientras la plata se la llevaba el torero que, entre otras exigencias, le solicitó a la empresa 300 boletos, aunque “no debe tener ni tres amigos”. En fin, que el patrón de La México hizo un sacrificio enorme con tal de contribuir al esplendor de la fiesta; y además, se declara dispuesto a reincidir con tal de facilitarle al fracasado diestro la oportunidad de lavarse la cara y saldar su deuda con “los aficionados a quienes quedó a deber”.

Hienas y chacales
 
Los carroñeros aguardaban emboscados, tras atracarse con beneficios lícitos e ilícitos unos, o lamerse heridas abiertas por su insatisfecha codicia otros. Mezclados en la diatriba mediática hubo inclusive tomasistas de antaño, que es dudoso deban su reconversión a ofensas como el inesperado arribo del diestro por el túnel que comunica el coso con el Estadio Azul, su omisión del para ellos “obligado” brindis al público, el que haya recibido con la montera puesta la dedicatoria de la última faena de su alternante o cualquier otra minucia por el estilo. Su urgencia era proclamar que, el día 31, La México asistió a la destrucción de un falso mito.  Ya les llegará la hora de hacerse de la vista gorda en cuanto sean otros los que seleccionen, ellos sí, anémicos chivos, y aburran con su denso faenar hasta al cemento vacío, mudo reflejo del poder de convocatoria de los favoritos de la empresa.

Hacer leña del árbol caído llama la sabiduría popular a esa actitud canallesca. Solo que, en este caso, el árbol sigue en pie, inconmovible, mientras ellos arremeten contra algunas ramas bajas que derribaron los vientos pasionales de la esplendorosa tarde capitalina.  


Noticias Relacionadas







Comparte la noticia