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Desde el barrio: Ambigüedad, cinismo, estupidez

Martes, 24 Nov 2015    Madrid, España    Paco Aguado | Opinión   
La columna de este martes
Desde mucho antes que Pérez de Ayala titulara así uno de sus mejores ensayos, política y toros mantienen un eterno desencuentro que llega hasta estos primeros días de frío en la España preelectoral, ahora plaza partida en la que vuelve a representarse el gran teatro de títeres previo a los comicios.

A menos de un mes vista del día D, cada partido anda haciendo malabares para granjearse el mayor número de votos posible en un panorama más dividido que nunca, intentando arrebatar al enemigo, por la izquierda, por la derecha o por el centro, cualquier migaja de la tarta en busca de una mayoría que parece improbable para todos.

Ya la precampaña está inundada des declaraciones melifluas y alejadas de toda radicalidad para intentar acercarse a esa gran parte de electorado que anda todavía muy indecisa sobre qué papeleta escoger el 20 de diciembre. Y es por eso precisamente por lo que antitaurinos antes declarados como Pablo Iglesias han moderado o esconden ahora su rechazo a la Fiesta, mientras que el que aparece como gran aspirante, Albert Rivera, prefiere jugar a dos bandas cada vez que se le pregunta por los toros.

Ahora más que nunca será difícil saber lo que piensan realmente los políticos españoles, tan acostumbrados a nadar y a guardar la ropa para actuar siempre a favor de querencia, por lo que durante esta campaña electoral evitarán en lo posible pronunciarse sobre el, para ellos, siempre incómodo escollo del toreo.

Porque ni siquiera sus acciones concretas o puntuales dan mínimas pistas para saber por dónde irán los tiros, si exceptuamos las claramente contrarias intenciones de Izquierda Unida -por mucho que uno de sus militantes sea presidente del Patronato del Toro de la Vega- y la indefinida y escasa defensa del Partido Popular.

En cambio, el resto de partidos con opciones parlamentarias nunca va más allá de la ambigüedad a este respecto, o de la más pura contradicción, como es el caso del PSOE, que deja ver en las instituciones locales su desnortada política también con respecto a los toros.

Mientras que se vuelca con ellos en Andalucía –como acaba de pasar en la muy torera Alcalá de Guadaira, donde ha sido el único partido en defender la permanencia de los espectáculos taurinos frente al acoso de IU-, en Mallorca se ahora sumisamente suma a los bloques nacionalistas de izquierdas para que el 15 de diciembre el Parlamento de Baleares vote una cínica declaración antitaurina siguiendo puras pautas catalanistas.

Al mismo tiempo, mientras que los de Pedro Sánchez se unen al PP y al Partido Nacionalista Vasco para no rescindir el contrato de arrendamiento de la plaza de Vitoria con la FIT, como quiere Bildu, el alcalde socialista de Aldaia, por aquello de ejercer una “democracia” que bien podrían aplicar en otros asuntos más decisivos, ha convocado un referéndum sobre la celebración de “bous al carrer” en dicha localidad valenciana.

Lo llamativo de esta consulta no es que haya ganado el NO por apenas un punto de diferencia, sino el raquítico quórum de un 14% del censo electoral que ha provocado y que viene a confirmar una evidencia: que a la mayoría de la gente de ese pueblo, como a la de tantos y tantos otros, le interesa y le urge resolver asuntos más importantes que esta maniática batalla contra lo taurino, que es a lo que, junto a otras cuantas obsesiones, parece reducirse la gestión política de esta nueva “izquierda”.

Pero ese, digamos, incauto idealismo "verde" y reaccionario se empeña en chocar una y otra vez contra la negra realidad, ante la que nada resuelve. Y de esa frustración por inoperancia se van generando casos como el de la ínclita alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que ha expresado en estos días su desilusión y su "infelicidad" tras acceder al importante cargo que ocupa desde hace apenas seis meses.

Claro que antes de que se produzca su cantada "espantá", la señora ya se ha encargado de joder el futuro de la Escuela Taurina de Madrid, a la que ha retirado -de momento sólo de palabra, sin formalizarla, para no dejar capacidad de reacción a sus responsables- una subvención que, lo que son las cosas, el ayuntamiento lleva tiempo sin desembolsar de sus arcas.

Así es como gobiernan estos nuevos políticos surgidos de la indignación y del asco de la corrupción bipartidista: a golpe de declaraciones efectistas en los medios de comunicación y de campañitas insistentes en las redes sociales, en tanto que es mayor su habilidad en el manejo de la realidad virtual que su capacidad de trabajo y de gestión en la realidad del día a día, la de los verdaderos problemas de la sociedad.

Twitter, Facebook y demás canales paralelos a la vida real, se prestan mejor, y sin mayor esfuerzo, a la demagogia sensiblera con que dicen que pretenden transformar un país acuciado por la crisis y en el que la gente normal, la inmensa mayoría, está más pendiente de poder llegar a fin de mes de que si se mata o no se mata un toro o una camada de conejos.

Y como lo saben, aunque a estos antis tan "concienciados" les importe más el perrito lamerón que el parado de la esquina, en su demagógica cruzada han buscado tocar la fibra de todos aquellos millones de personas con problemas aduciendo cínicamente las "multimillonarias subvenciones" que recibe la fiesta de los toros, hinchando las cifras hasta la más demente irrealidad para generar el rechazo social por la vía de lo económico.

Pero esa cruda realidad que tanto les incomoda dice que, frente a los miserables 30.000 euros que el "subvencionado y bárbaro" mundo del toro recibe del Ministerio de Cultura para dotar un premio simbólico, al "maltratado y muy cultural" cine español le llegan desde la misma entidad más de 50 millones de euros, cuya gestión, además, se está investigando. Porque, como se ha sabido hoy, ese dinero podría estar siendo usado en un masivo fraude a cargo de productoras, distribuidoras y salas de cine que falsearían el número de espectadores para disfrutar de las ayudas… ¿Se imaginan si eso hubiera pasado con los toros?

Así que llegados a este punto, como en toda ceremonia de la confusión, es conveniente dejar hablar a los artistas y a las mentes más claras, que son las que acaban poniendo el necesario broche de sensatez, como acaba de hacer recientemente el gran pintor Miquel Barceló.
Porque el genio de Felanitx, con un concepto de la cultura más abierto y universal que el de los puritanos políticos de su tierra mallorquina, ha resumido todo este enrevesado y cínico quilombo con una sola frase: "Esta moda antitaurina es una estupidez". Amén.


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