El comentario de Juan Antonio de Labra (texto)
Jueves, 10 Sep 2015
Zacatecas, Zac.
Juan Antonio de Labra | Opinión
Sobre los cuatro pilares en los que se edifica el arte del toreo
El arte del toreo se edifica sobre cuatro pilares fundamentales: el valor, la técnica, el oficio y el sitio. Así, estrictamente en ese orden. Porque para ser torero, lo más importante es tener valor. Sin este atributo resulta imposible ponerse delante de un toro.
Y esta debiera ser la primera condición para elegir a los aspirantes a novilleros, al margen del llamado de la vocación. De esa manera se evitaría que gente que no tiene nada que hacer en esto pierda los mejores años de su juventud intentando prosperar en una profesión que sólo está hecha para unos cuantos privilegiados.
El valor en el toreo consiste en saber convivir con el miedo, escudriñarlo y meterse en sus recovecos más profundos. En suma, dominarlo. Es esa fuerza mental la que permite a un torero estar sereno a la hora de torear, y de "olvidarse de que tiene cuerpo", como sabiamente decía Juan Belmonte.
El otro día aquí en Zacatecas, al término de una faena sublime, El Payo contestó de una manera muy interesante cuando se le preguntó que cómo era posible torear tan despacio. Y quizá sin pensarlo mucho, el queretano afirmó: "pasando mucho miedo", al tiempo que bosquejaba una tímida sonrisa.
Esta respuesta, que vista sin perspectiva podría parecer una extraña contradicción, no era otra cosa que una verdad absoluta. Porque precisamente "pasando mucho miedo", como bien dijo Octavio, es como un torero mejor sensibiliza su estado de ánimo para encontrar esos resortes que son capaces de sintonizar su intelecto con sus nervios, y mantenerlos en perfecto equilibrio para que los otros tres pilares del toreo entren en juego de una manera natural: la técnica, el oficio y el sitio. En ese orden, siempre.
Una técnica bien aprendida le permite al torero compenetrarse con el toro para encontrar ese maravilloso acoplamiento que es el toreo. Al mismo tiempo, el oficio se encarga de conferir realce a la técnica, mientras que el "sitio" es como el cuarto piso del edificio desde donde el horizonte –que es el la lidia integral– se aprecia con mayor claridad.
Cuando un torero es capaz de condensar éstos cuarto elementos: valor, técnica, oficio y sitio, su expresión adquiere una enorme dimensión, pues es entonces cuando el sentimiento puede asomarse desde la azotea de esta compleja construcción que es el toreo.
Y cuando así sucede… ¡qué gusto da ver torear bien! Hacer ver fácil lo difícil; admirar la maestría y la sensibilidad de los buenos toreros a la hora en que se plantan sobre la arena para enfrentar un toro que siempre es distinto cada vez que suena el clarín.
Comparte la noticia