El bajo tono ganadero por el que, lamentablemente, atraviesa la Feria de Zacatecas, hoy sumó otro punto negativo con el encierro de Cerro Viejo, que dejó mucho que desear por su falta de fuerza y casta, y aunque hubo dos toros más potables (el cuarto y el sexto), la terna se vio obligada a echar mano de recursos para solventar la papeleta en la Monumental.
En medio del esfuerzo que supuso apechugar con algunos toros complicados, brilló con luz propia la faena que Jerónimo le cuajó al cuarto, un toro bajo y reunido, un tanto atacado de cuello, que tuvo una gran calidad y con el que el artista poblano pudo expresar esa tauromaquia de hondas raíces mexicanas.
Y de no haber sido por la tremenda vuelta de campana que se dio el toro en el primer tercio, lo que sin duda mermó su condición, aquella obra hubiera tenido mayor impacto y ligazón. No obstante, ya desde el capote apuntó detalles de clase al torear a la verónica, y más tarde se enredó con el toro, que embestía a cámara lenta, lo que no fue impedimento para que Jerónimo se acoplara maravillosamente y se pusiera a deletrear el toreo con la muleta en la mano derecha. Vamos, como si estuviera cantando "Despacito" -la canción de José Alfredo Jiménez- con una guitarra entre las manos y una botella de tequila sobre la mesa.
Así surgieron uno pases tremendamente tersos, templados, tocados de una languidez que caló en el tendido, donde se los corearon con esa fuerza que sale de muy adentro cuando el sentimiento del toreo brota con tanta espontaneidad.
Jerónimo se encontraba extasiado porque pudo torear como mejor sabe, en una faena de esas que son diferentes, y que de pronto reivindican a los toreros que, por razones desconocidas, viven marginados de las grandes citas. ¿Será acaso que en el crisol de la paciencia se forja este sentimiento? Puede ser.
Abigarrado, barroco y quizá hasta churigueresco en algunos momentos, como si quisiera emular la alegórica fachada de la catedral zacatecana, Jerónimo dejó esas pinceladas de arte con "Pildoro", un toro noble y agradecido que devolvió el ánimo a un público que había visto pasar fatigas al propio poblano con el ejemplar que abrió plaza, del hierro de Pilar Labastida, que embistió con peligro y arrollando.
Y también habían aguantado el comportamiento deslucido del primer toro de la ganadería titular, que correspondió a Arturo Macías, que sólo lució en un vistoso quite combinado en el que ejecutó cuatro lances por nota, ligados en un palmo de terreno: una chicuelina, una tafallera, una caleserina y una media verónica.
Parecía que ese toro, que había tenido buen son en el capote, iba a permitir al hidrocálido hilvanar otro triunfo a los del año pasado. Sin embargo, unos pocos instantes después del emocionante inicio de faena, mediante un par de ajustados péndulos, la faena fue intermitente porque el toro terminaba soseando y escupiéndose continuamente de la tela.
El quinto fue muy incierto desde su salida; desarrolló sentido y embestía echando las manos por delante, a veces topando y otras quedándose corto. Fiel a su raza torera, Arturo trató de buscarle las vueltas con determinación y arrojo, ante la poca receptividad del público.
Y tuvo tan mala fortuna que, tras una faena breve, el de Cerro Viejo no cayó con la estocada que le colocó al primer viaje y se puso pesado con el descabello porque el toro no descubría para permitirle ejecutar la suerte. El tiempo transcurrió y estuvo a punto de dejarse vivo al toro. Escuchó dos amargos avisos, luego de que había brindado, a través de los micrófonos de Estéreo Plata, a Héctor Rojas para desearle pronto recuperación.
Al final del festejo atravesó el redondel cabizbajo y triste, pues no está acostumbrado a salir con las manos vacías y la incomprensión del público sobre sus espaldas, pero ya tendrá ocasión mañana mismo de sacarse la espina en la segunda fecha que tiene contratada en esta feria.
Jorge Sotelo sorprendió gratamente a la afición por la frescura de sus procedimientos, y la solvencia que demostró para afrontar un primer toro que tampoco fue fácil, porque embestía con las manos por delante y se defendió demasiado pronto. El michoacano toreó a la verónica con soltura y más tarde hizo una faena breve, pero estructurada, en la que le robó pases de mérito al tercero de la tarde, al que mató de una estocada entregando el pecho.
En el sexto, que compuso el lote más bonito de hechuras, hubo mejores posibilidades de lucimiento, y Sotelo no desaprovechó la condición de nobleza de un toro que duró poco pero le permitió hacer una faena entonada que remató de una estocada eficaz para que, luego de que creciera la petición de oreja, le concedieran una significativa el día de su debut en esta ciudad.
Ojalá que el día de mañana los toros de Pozo Hondo le devuelvan emoción a la feria, y permitan el triunfo de los toreros que conforman uno de los carteles más originales del ciclo, compuesto por el propio Macías, Fermín Rivera y Diego Silveti, que también hará su debut en la monumental de cantera rosa.