Decía el poeta Jean de la Bruyère: La muerte sólo viene una vez, y sin embargo está presente toda la vida. El mediodía de este sábado, se le rindió un emotivo homenaje a manera también de despedida, al que fuera cabo del grupo de forcados hidalguenses, valiente forcado y extraordinario ser humano como fue Eduardo del Villar, en el ruedo de la plaza monumental “Vicente Segura”, de la capital hidalguense, donde se dieron cita un gran número de personas entre familiares, amigos, grupos de forcados, profesionales de la Fiesta y aficionados.
Los grupos de forcados mexicanos, retirados y activos, queretanos, mazatlecos, teziutecos, potosinos, amadores de Hidalgo, san miguelenses, aposento de San Luis, el grupo femenil de Hidalgo y los propios hidalguenses, se vistieron e hicieron un simbólico paseíllo a la usanza portuguesa, para dar paso a las cenizas de Eduardo del Villar, que falleciera el pasado domingo víctima de un percance mortal como ya sabemos, portándolas su tío Gerardo y su primo Andrés de mismos apellidos, siendo acogido con una sentida ovación.
Se verificó en el centro del ruedo una celebración eucarística, que una vez finalizada, algunos miembros del grupo, familiares y amigos, dirigieron algunas palabras que tuvieron emoción, así como la interpretación de una canción compuesta por Miguel Louceiro.
Uno a uno, pasaron a la urna que contenía sus cenizas, a despedirse. Desfilaron los miembros de los distintos grupos, el ganadero Luis Javier Espinosa, los matadores Paco Dóddoli y Juan Luis Silis, en compañía de Paty del Villar, Pablo Samperio, Luis Gallardo, Miguel Ángel Roldán, el matador en retiro Curro Ortiz, los novilleros Jorge Rizo y Manolo Roldán, alumnos de la Escuela Taurina Hidalguense, los rejoneadores Julián Viveros y Emiliano Gamero, Emilio Baca y Bruno Vogt, entre otras varias personalidades del medio.
Finalmente, bajo una sentida ovación, y tras caer algunas gotas de lluvia para luego abrir el cielo, fue objeto de una vuelta al ruedo, tras haberse depositado un puño de sus cenizas en el centro del ruedo de la plaza, a manos de Paty, Gerardo y Andrés del Villar, y la que fuera su prometida, Mariana.
Eduardo del Villar ha pasado ahora a la inmortalidad, al convertirse en el primer forcado en la historia de la tauromaquia nacional, en morir en los ruedos, luego de 36 años de existencia de esta tradición en México.
Vivió de manera vertiginosa, siempre alegre, sencillo en su trato, bullidor, deja el enorme ejemplo que para hacer esto se requiere de una gran entereza y valor que no cualquiera posee, y que no todos pueden y tienen la condición de llamarse a sí forcado. También, que la vida hay que vivirla con una gran alegría y en el momento mismo.
También, cabe la reflexión de que el primer rejoneador mexicano que murió en un ruedo se llamó Eduardo Funtanet.
Imposible olvidarlo, lo tendremos siempre no sólo en la memoria sino en el corazón mismo, evocando tardes de gloria y tardes difíciles. No conocía la paz, no había tarde en la que no visitara la enfermería, merced de su entrega. Ahora tendrá un poco más de sosiego, aunque a él sin duda le gustaría seguir partiendo plaza, con su grupo y con otros, siempre apoyando, dejando como ejemplo que esto es una hermandad.
No resta más que saludarlo como quien saluda al palco de la autoridad, y pedirle que ahora dé la primera ayuda, a todos los grupos cuando tengan que volver a salir a enfrentar a un toro.