Desde el barrio: La rutina de marzo
Martes, 11 Feb 2014
Madrid, España
Paco Aguado | Opinión
La columna de este martes
Ya están en la calle los carteles de todas las ferias de marzo, las de Olivenza, Valencia y Castellón, que abrirán el gran circuito de la temporada española de 2014. Y al verlos, al repasarlos, al analizarlos del derecho y del revés queda, un año más, esa ya perenne sensación de "más de lo mismo".
Los mismos nombres, tanto de toreros como de ganaderías, que ya se anunciaban de modo idéntico hace siete u ocho años –con alguna puntual y casi anecdótica excepción– se repiten ahora en combinaciones similares en una y otra plaza. Y al leerlos en voz alta se tiene la sensación de entonar una letanía mil veces repetida.
Es cierto que no se puede afirmar tajantemente que los carteles sean malos, porque los empresarios se han limitado a colocar en ellos –dentro de los márgenes que los propios toreros les han permitido– a la que se supone la élite de la torería y de la ganadería del momento. Pero el resultado final, negro sobre blanco, de su trabajo no deja de provocar una desalentada sensación de cansancio, la de un taurino "día de la marmota".
La rutina afecta incluso en la ganadería, tanto en la cansina y tópica elección de franquicias "domecquistas" como en las pocas concesiones al "torismo", basadas también en unos pocos hierros fijos más allá de sus resultados. Parece como que, también aquí, no hubiera otros muchos ganaderos "librepensadores", dueños de "santacolomas", "núñez", "atanasios" o "murubes" y con suficientes argumentos como para disfrutar de esa mínima excepción ni siquiera en las novilladas
Con todo, y aparte las novedades y las ilusiones que sí que generan las novilleros incluidos en los abonos de Fallas y Olivenza, no cabe achacar únicamente la culpa de tanta monotonía a unas empresas que, al fin y al cabo, no han tenido en este caso un gran poder de decisión sobre las principales combinaciones.
Pues sucede que en marzo, en esas primeras ferias de la temporada, las figuras ponen mucho empeño en hacer valer y notar sus privilegios, en demostrar su fuerza desde el primer momento para marcar a las otras empresas y al resto de compañeros el guión que quieren seguir el resto del año.
Ninguna otra feria como la de Fallas –y más este año con "lo de Sevilla"– sirve mejor para marcar posiciones y medir fuerzas a la hora de elegir combinaciones, fechas y ganaderías. Y de ahí que, tomándola como la fecha clave de la feria, para la corrida del día de San José en Valencia se haya tenido que hacer un cartel de cuatro matadores.
Pero ni así, ni aun entendiendo y conociendo de antemano los manejos habituales del sistema taurino en estas fechas de arranque de campaña, puede dejarse de señalar la absoluta falta de sincera rivalidad que, como los forzados mano a manos del 2013, transpiran esos primeros carteles.
Ese repliegue defensivo de las primeras figuras, arropándose buscando el lleno seguro en combinaciones herméticas, endogámicas y demasiado repetitivas, es tan perjudicial como la propia falta de visión de las empresas. Porque el escalafón, en aras del propio futuro del espectáculo a medio plazo, necesita con urgencia un sano refrescamiento, una paulatina renovación que no sucederá mientras no se deje un mínimo resquicio a las novedades para poder competir con los consagrados.
Es decir, que no sólo son las grandes empresas las que practican un nefasto inmovilismo en estos tiempos de crisis, sino también unas figuras demasiado cerradas en su torre de marfil de compañeros y ganaderías, que, en buena lógica, no quieren ceder sus privilegios pero tampoco hacen grandes alardes para mantenerlos.
Es así como la fiesta de los toros en España –como está sucediendo en la misma sociedad– no hace más que aumentar las grandes diferencias entre las clases altas y el resto del sector. La inmensa parte de la tarta se está quedando únicamente para un pequeño, demasiado pequeño, grupo de empresarios, toreros y ganaderos, mientras los demás ven como año tras año se reducen hasta las pocas migajas que les iban quedando.
Son muchas las lacras que amenazan el futuro del toreo y que desde la sensatez de muchas tribunas se vienen señalando desde hace mucho tiempo: inmovilismo, falta de unión entre sectores, alejamiento de la sociedad, ausencia de emoción en el ruedo… pero de unos años a esta parte otra más, la rutina, se ha adueñado hasta de la voluntad de quienes deberían encargarse de erradicarla.
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