Banners
Banners

Especial: La falta de pertenencia

Domingo, 09 Feb 2014    Guadalajara, Jal.    Felipe Aceves | Opinión   
Un trabajo especial desde Guadalajara

Todos y cada uno de los múltiples días en que nos reunimos mi grupo de acérrimos taurinos y yo frente a humosas tazas de café, le damos vueltas y vueltas a “nuestra fiesta”. Invariablemente, eso sí, con el ánimo de hallar algún cabo esperanzador de un hilito que desembrolle esa difícil madeja. Si pudiésemos convertir tales charlas en algún tipo de medición métrica, seguro le habríamos dado la vuelta en varias ocasiones al globo terráqueo. Hay ocasiones en que, debo admitirlo, el desánimo –y por qué no decirlo– también la indignación, a veces nos ganan la partida.

Ahora que –somos realistas– ni hemos, ni vamos y, como dijo don Teofilito… ni iremos a conseguir, más que… nada… nada… nada ¿Causa o razón? Simple: nadie va a hacernos caso.

¡Y ese es el problema!

Vamos, no pretendo que se nos erija en autorizados interlocutores de todos quienes formamos parte de la fiesta –idea que, por cierto no es mala. No. El problema es que hablamos acerca de una fiesta que lo fue,  muchos años. Pero que hoy, ya no es nuestra. Me refiero a los aficionados, entre los que me cuento. Y de cuyas filas, nadie, absolutamente nadie puede echarme.

Sé que voy a remontarme a tiempos y épocas  a las que varios actuales dirigentes de la fiesta no quieren ver ni en pintura. Ni modo. Voy a referirme al punto –ay dolor, de mi dolor–: del desdén a los aficionados ¿Cómo quieren que el público asista a sus plazas, si lo que menos hacen es tomarlo en cuenta? Las empresas, hoy, hoy, hoy, vigilan –loable, eso sí– con gran detalle, lo que pasa al interior de “su” organización y de “sus” organizados. “Sus” ganaderías. “Sus” toreros. “Sus” propias fechas, planes y organización. Que todos “sus” objetivos sean cumplidos con seriedad, orden y puntualidad. ¿Y la afición apá? Bien gracias.

¿Cómo esperan que haya toreros, “ídolos de la afición” si no los fomentan? El problema mayor es que, no sólo no propician a los toreros mexicanos, sino que apoyan, sostienen, chiquean y hasta alcahuetean a toreros extranjeros. Hombre, por supuesto que el arte no tiene fronteras… pero sí las preferencias, afectos y amores de los aficionados. Y son diferentes en cada plaza, en cada región, en cada feria que se llena de bote en bote.

Pues se llenan por una simple y sencilla razón: ¡Es… su feria! La sienten –valga la perogrullada– de ellos. Propia. De su propiedad. La hacen a su modo, con los adornos que les gustan, con las bebidas que les gustan, con los músicos, artistas, toros y toreros que les gustan. Porque cuando los engañan con toros o lidiadores que no les llenan, la protesta es fácil de externar: al año siguiente, no se paran en la plaza de toros, en el palenque o al recinto de la feria.

Pues algo similar sucede en las grandes ciudades. Si no presentas lo que el público quiere, pues no van. Si piensan, sienten, perciben o creen que pueden engañarlos: simple, no se forman en la taquilla, que para gustos y caprichos particulares, cada cuál que le ponga de la sal y del limón que prefiera a su tequila.

Si los aficionados no sienten que la fiesta –también– es de ellos, fácilmente la desdeñan ¿Cuántos años hace que México espera con ansia una figura mexicana del toreo? La pena es que tendrán que seguir sentados esperándola; porque no parece que las empresas vayan a propiciar que suceda. Que suceda sobre todo por bien propio de sus bolsillos, de los de nadie más. Si al público no lo toman en cuenta, se va a otros espectáculos que si lo complazcan. No es cosa de dinero. Se han empeñado en meter bajo tierra –y lo más hondo posible– las que consideran “viejas” recetas para organizar festejos taurinos.

Vienen algunos invaluables y excelentes coletas hispanos. Bienvenidos sean siempre estos y los demás, pero en el sitio que en justicia a cada uno les corresponda. La responsabilidad es de quienes estamos aquí todo el año. En un país que fincó el gran éxito de su fiesta en las ¡preferencias, afectos y amores de los aficionados mexicanos! sabiamente capitalizados por las empresas –y los empresarios– que mantenían el ojo avizor muy al pendiente de su clientela.

Cuáles toros. Quienes eran los toreros que les gustaban, o quiénes de ellos pasaban por un buen momento, para anunciarlos en cuanto era posible; mientras más pronto, mejor. Los escuchaban. Propiciaban. Fomentaban, esa invaluable comunicación. Les demostraban con hechos que, la razón de ser de sus empresas eran ellos –su clientela– la afición. Actualmente hay una brecha enorme entre las empresas y –su clientela– la afición.

En ningún momento –ni existen elementos por qué hacerlo– cuestiono la honestidad de empresas y/o empresarios. De ninguna manera. Me refiero a ese know–how que no incentiva, que no está atenta a –su clientela– su afición. Porque sólo atiende a su voz interior.

Sé que el tema tiene aún muchas aristas que hoy no he abordado, pero lo haré –ojalá– en futuras entregas.


Comparte la noticia