Espectro Taurino: "¡Ay, qué toro tan bravo!"
Sábado, 08 Feb 2014
México, D.F.
Jorge Raúl Nacif | Opinión
El espacio de cada sábado
Hoy en día se habla mucho del toro, y en este marco me parece interesante aportar algunas reflexiones, concretamente del comportamiento propio de la bravura y algunos elementos que a veces se confunden con ésta y generan planteamientos que no son del todo precisos.
“¡Ay, qué toro tan bravo!”, escuché gritar desde el tendido hace algunas semanas en medio de la suerte de varas… el ejemplar echaba la cara arriba, tirando derrotes y haciendo sonar espectacularmente el estribo. Ese comportamiento no es de un toro realmente bravo; echar la cara arriba es sinónimo de quererse quitar el palo, de no querer pelea, defendiéndose. “Toro que hace sonar el estribo, no muestra bravura”, dice una vieja sentencia.
En ocasiones se tiende a confundir. Una cosa es el comportamiento ofensivo (propio del toro bravo) y otro, muy diferente, el defensivo. El toro que se defiende es violento, tira derrotes, acude arrollando… y lo hace para quitarse el palo, o quitarse de encima capotes y muletas. Es cierto, esto se ve espectacular, pero no es bravura sino todo lo contrario.
No todos los toros que no quieren pelea salen huyendo despavoridos; en la mansedumbre también hay grados o matices, así como diferentes formas de expresarla.
El genio, que podría definirse como el descastamiento con peligro o con cierta transmisión (si cabe esta heterodoxa expresión), no debe confundirse con bravura, aunque quizá la línea que las separa a veces es muy delgada, precisamente por que transmite hacia los tendidos. “El genio es la hierba mala de una ganadería”, le escuché decir en alguna ocasión a don Adolfo Lugo Verduzco, ganadero de Huichapan.
Este tipo de toros no quieren pelea, sino se defienden, buscan constantemente los posibles huecos… y es ahí donde vienen las “coladas”. Y como no son fijos a los toques, pueden terminar arrollando “el bulto”. Es aquí donde las muletas poderosas se imponen para solventar la papeleta.
Bureles de este tipo suelen rascar la arena de continuo, algo que también he escuchado que puede percibirse como de toro bravo, cuando no necesariamente es así. En realidad puede ser todo lo contrario, sobre todo cuando el toro va reculando, pues el ejemplar que rasca la arena suele hacerlo, si pudiéramos traducirlo de alguna manera, como para “espantar al torero y que éste se tape, y así no tener que pelear”; es una reacción defensiva ante un intruso (como un día me comentó un veterinario) o bien puede interpretarse como que el toro “se la piensa mucho” para acudir.
Cuando el toro es bravo presenta rasgos ofensivos, no defensivos. En primer lugar destaca la fijeza, que no es otra cosa que estar atento a los objetos que le citan, y en segundo la obediencia a los toques, acudir con prontitud y boyantía a los movimientos, sin perder tiempo rascando la arena y reculando. En el caballo, el toro bravo no cabecea, sino que mete la cara abajo y pelea con los riñones, empujando y creciéndose al castigo… sin intentar quitarse la vara.
La bravura es exigente, dado que el toro embiste al movimiento donde es citado, de tal forma que si el torero no se queda quieto, o comete errores técnicos en el manejo de los engaños… puede salir volando. Además, no es fácil estar a tono ante un toro que tiene fondo, que acomete con alegría, humillando y repitiendo, momentos en los que juega un papel básico la colocación entre pase y pase, además del pulso para poder templar. Cuando el toro tiene verdadera bravura (y no “rebajada”) y en circunstancias correctas, suele tener duración y embestir en repetidas ocasiones, y como sucede en el toro mexicano, ir a más y ofrecer faenas de más de 60 muletazos.
Naturalmente que el toro bravo tras la lidia y ya hacia el final de ésta, puede tender a desarrollar sentido. El problema de la poca casta es que el toro, al defenderse constantemente, llega a buscar el bulto desde los primeros compases.
Siempre ha sido la bravura, el toro encastado, el eje fundamental de la Fiesta, ya que permite disfrutar dentro del redondel. Y es importante, dentro de los diferentes matices de una Fiesta tan subjetiva, comprender las características que definen al toro de lidia, sin duda el más bello de los animales y el que muere con una mayor dignidad
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