Una semana antes de Navidad, los Reyes Magos (que aquí no pinta nada ese gordo de rojo) le trajeron por fin al toreo español su ansiado regalo. Llevaba la gente del toro, como niños ilusionados, escribiendo la misma carta año tras año de la crisis, pidiéndole a la Administración algo de colaboración y de atención para un espectáculo desatendido y maltratado durante siglos.
Pero los "pajes" políticos preferían atender antes las demandas de otros estamentos sociales antes que las de un colectivo desunido e incapaz de hacer frente con seriedad a la necesaria reestructuración de sus esquemas.
Hasta que ese regalo, envuelto en el brillante papel de colorines con que la política suele vender hasta el carbón, ha llegado de una vez en forma de Plan Estratégico y con el nombre de PENTAURO, impactante definición más propia de uno de esos video-juegos de violencia mitológica que hacen furor entre los adolescentes.
Tras una detenida ojeada, este bienintencionado "Plan Estratégico Nacional de Fomento y Protección de la Tauromaquia" tiene buena pinta. Se nota que los redactores se lo han currado, como decimos en el Foro, y que han consultado a las personas adecuadas para hacer un retrato exacto de las causas del delicado estado actual de la fiesta de los toros en España.
Después de que -como un brindis al sol que después no han reconocido desde la oposición- los gobernantes socialistas traspasaran las competencias taurinas al Ministerio de Cultura y de la tibia ley que aprobaron recientemente Congreso y Senado reconociendo la tauromaquia como patrimonio cultural de España, este Plan es una de las mejores noticias para el toreo español en los últimos tiempos.
Y lo es en tanto que PENTAURO ha radiografiado el estado de la cuestión en todos sus aspectos desde un punto de vista objetivo, sin dejarse influir por presiones ni tomar partido por ninguna de las partes enfrentadas en el múltiple conflicto de intereses que tiene anclado el espectáculo.
Tanto es así que incluso llega a reconocer la gran parte de culpa –exceso de cargas administrativas y fiscales, desmedidos cánones de arrendamiento en las plazas de propiedad pública, descoordinación de competencias y falta de apoyo institucional- que la Administración tiene en los graves problemas económicos y estructurales del sector.
Tras ese análisis, la meta declarada para el plan es, textualmente, “fomentar y garantizar el libre ejercicio de la Tauromaquia, actualizando y transmitiendo a la sociedad la trascendencia de sus valores y la vigencia de su cultura".
Y todo a través de varios programas de medidas estratégicas que inciden en la cooperación, la calidad, la competitividad, el conocimiento y la comunicación que habrá desarrollar el ministerio de Cultura en colaboración con la Comisión Nacional de Asuntos Taurinos, en la que están representados tanto las instituciones políticas como todos los estamentos de la Fiesta, incluidos los siempre descontentos aficionados “oficiales”.
Claro que, tras ese brillante y certero diagnóstico y de las sugerentes medidas propuestas, que son como el incienso y la mirra de los Reyes Magos, se echa en falta el oro, la tercera parte de la ofrenda. Porque, se mire por donde se mire el plan, por ningún
apartado se encuentra una sola referencia a las partidas económicas para llevarlo a cabo, al menos en el año que entra, para el que el Ministerio de Cultura sólo ha destinado a los toros los 30.000 euros asignados al recién creado Premio Nacional de Tauromaquia.
Así que, sin un duro de inversión pública, se antoja cuando menos difícil que se pueda desarrollar, por ejemplo, ese plan de difusión de la cultura taurina en unos medios de comunicación que no están para regalar nada, o la mejora de la capacidad formativa de las escuelas taurinas, que se manejan bajo mínimos.
Si no que se lo pregunten a Joselito, El Fundi y Bote, que al entrar a dirigirla –y ese es otro de los grandes regalos de estas Navidades- se han encontrado con la precaria situación que vive la Escuela de Madrid, después de que a los responsables de la Comunidad se les ocurriera la gran idea de dividir su asignación habitual para repartirla entre otros tres centros madrileños que viven de otros ingresos.
Y es que es en la base del espectáculo donde se encuentran los problemas que requieren de una más urgente resolución. Tras la cortina de humo de la polémica, de las declaraciones de Canorea en aquel restaurante –en el que no estuvo, como me pide hacer constar, el amigo Luis Nieto- y del comunicado de las cinco figuras, de los relativos problemas, en resumen, de las clases altas del toreo, están las de las clases medias y bajas de la tauromaquia.
El futuro pasa por que funcione la base, la parte no visible pero mayoritaria del iceberg de la Fiesta. Porque importan más, hoy por hoy, esos cientos de toreros de segunda fila maltratados, las cuadrillas amenazadas por el "túnel" y los novilleros sin una mínima garantía de futuro, a cuyos representantes despreció e insultó Canorea con las manos sobre el mantel.
E importan más los pequeños y medianos empresarios que no tienen, frente a una gran patronal aislada en su torre agrietada y que ignora su realidad, una CEPYME que defienda sus intereses y les ayude a reducir los insalvables escollos para organizar esos festejos sin brillo mediático pero fundamentales para sostener a posteriori las estructuras de las grandes ferias.
Sinceramente, el hecho de que cinco figuras no vayan un año a torear en la feria de Abril se antoja un problema ínfimo comparado con la apabullante reducción de festejos menores, con el cierre de docenas de plazas, con las fatigas de muerte de los ganaderos o con la pérdida de empleos y la indignidad de los sueldos sumergidos que sufre el toreo en estos momentos.
Aunque una prensa sin memoria no lo señale, la historia nos dice que, a lo largo del siglo XX hubo muchos otros "affaires" similares o incluso más graves –por ejemplo, con el llamado "pleito Pagés", el del abuelo de Eduardo Canorea, las ganaderías de la Unión de Criadores estuvieron sin lidiar en las plazas más importantes durante tres años– que no afectaron al devenir de un espectáculo que tenía una base fuerte y saneada.
Es ahí, precisamente, donde debe incidir este PENTAURO con mejores ideas que medios, y no en ese pulso de poder entre figuras y empresas que, con un extraño trasfondo que aún no se ha revelado, es sólo uno más de los cientos que el toreo ha tenido a lo largo de su historia.