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Liber Taurus: Ecuador, centro de afición práctica

Viernes, 20 Sep 2013    Quito, Ecuador    Santiago Aguilar | Foto: Archivo   
La columna de este viernes

En días en que los acontecimientos de todo orden son atestiguados por gran parte de la humanidad en tiempo real, gracias a la sorprendente tecnología vigente, determinando que desde ella, la memoria se circunscriba a lo inmediatamente pasado. 

En horas en que los espacios de libertad van estrechándose  a consecuencia  de corrientes prohibicionistas que imponen visiones particulares en temas tan sensibles como la historia, el arte y la cultura; intentando construir una absurda nueva moral, que intenta quitar visibilidad  a diversas manifestaciones tradicionales de nuestros pueblos, entre ellas, la fiesta de los toros; surge una ola contestaría que lucha por defender la libertad, no olvidar el pasado y claro está, no perder la memoria. 

Este fenómeno alcanza también a una expresión artística tan particular como el espectáculo taurino, que a lo largo de los siglos ha logrado mantener su vigencia gracias al esfuerzo permanente de sus actores y seguidores. En este segundo grupo se inscribe un grupo de aficionados que decidieron dejar la comodidad de los tendidos de las plazas de toros, para convertirse en toreros activos durante un par de ocasiones al año. 

Se trata de los aficionados prácticos, taurinos que ven su afición desbordada al punto que deciden vestir el traje corto andaluz y enfrentar a becerros y novillos, tratando de emular a las figuras para sentir y transmitir  ese torbellino de sensaciones únicas que son las que han asegurado la supervivencia de las funciones taurinas.

Un gran número de aficionados a los toros de todas las latitudes han soñado con ser toreros, ejemplos abundan y de gran importancia, el caso del premio Nobel de Literatura, el escritor Mario Vargas Llosa, que con las siguientes frases nos permite entender la dimensión de su gusto por la fiesta brava: 

"Puedo volver a intentarlo, la Tauromaquia es algo que engancha con fibras muy sensibles. Es un arte contaminado por la belleza y algunos de los recuerdos más ricos y hermosos".

"En la casa familiar había aprendido nociones sobre los tercios de la lidia, el sentido de la pica y las banderillas, los nombres de los pases, el peligro de los Miura, pero una cosa era la teoría y otra, muy distinta, vivir la Fiesta en un estado de trance, emocionado hasta los tuétanos….”De hecho, de niño `quería ser torero´"

El director, guionista y actor norteamericano Orson Welles, famoso por su obra radiofónica “La guerra de los mundos” a su momento confesó lo siguiente: 

"Creo que tengo derecho a hablar sobre las corridas de toros, porque fui durante un momento, no estoy seguro por qué, aspirante a torero"…"El torero como un actor da la cara a las cosas reales".

Ya en nuestro país un pintor de la categoría de Oswaldo Viteri, expresa así la emoción que en estas tierras genera la cosa taurina:

"Desmesurada es la altura de los pueblos de América, porque tiene cimiente profunda y es capaz de aplaudir la corrida de toros en la luna; yo mismo la he visto cuando en la noche febril tomando solo un pañuelo, la miraba mientras el asta de un toro rozaba el latido de un corazón enardecido. El duende existe también en nuestra América, en ese realismo mágico de luces y sombras de soles y lunas. En el páramo andino he sido testigo a medianoche de ver fosforescentes cornamentas iluminadas por las nieves perpetuas. De hielos y de soles está hecho nuestro corazón que es capaz de amar y sufrir ferozmente”.

Más allá de la trascendencia de estos personajes, en el Ecuador la afición práctica, por decirlo de alguna manera el toreo amateur, tiene una larga historia, seguro anclada en los primeros espectáculos taurinos llevados a cabo centurias atrás; en lo que tiene que ver con la corrida moderna, necesariamente surge el nombre de José María Plaza como el símbolo de los aficionados locales quien a mediados del siglo pasado demostraba sus capacidades en ruedos de aquí y allá.

Desde allí en adelante, la modélica figura marcó el camino de generaciones de aficionados prácticos que alimentaron su gusto desde la familia o tomaron capote y muleta por mera vocación.

Nombres como Rodrigo Patiño, Mario Benalcázar, Saúl Montenegro, Carlos Larrea, Renato Ponce, entre otros; antecedieron a James Verner, Leonidas Plaza, Luis Fernando García y estos a su vez a los Mario Solano, Enrique Cobo, Santiago Terán, José Espinosa, Santiago Bustamante y muchos más.

En la actualidad, han surgido nuevos valores que llenan de torería los fines de semana del mes de septiembre. 

El caso es que generación tras generación el torear, el sentirse torero con todo lo que aquello comporta, miedo, esfuerzo, preparación, alegrías y decepciones, lejos de disminuir, crece de manera constante, al punto que desde hace seis años se lleva a cabo la Feria del Aficionado Práctico, conjunto de festivales único en el mundo que programa en una decena de espectáculos a medio centenar de entusiastas lidiadores en  su gran mayoría jóvenes que ya abrazaron el efímero sueño de recorrer el redondel. 

Así las cosas, el pasado sábado dio inicio el ciclo anual en la plaza de toros de Tambo Mulaló, ubicada a 60 kilómetros al sur de Quito, festejos que se llevan a cabo en doble horario, lidiando a muerte novillos al mediodía y corriendo becerras en la noche; a los carteles se han apuntado toreros aficionados de Ecuador y Perú.

Los aficionados prácticos ejercen de toreros por unos minutos para alimentar su vocación y acrecentar su admiración a los profesionales del más duro de los oficios, el de matador de toros.


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