Hay tardes en que no deben perderse las orejas. Para el zacatecano Luis Ignacio Escobedo, esta tarde en la exigente "Nuevo Progreso" fue una de esas. Un par de faenas que merecieron -al menos- sendas orejas tuvieron sólo de quitapesares la aprobación de la parroquia tapatía.
Al primero de su lote, del hierro de Real de Valladolid, Escobedo le instrumentó un par de largas afaroladas en los medios del anillo para, ya de pie rematar con un par de medias con una rodilla en tierra que se vieron muy pintureras, acordes al sello que va formándose, poco a poco el rubio chaval.
En el tercio de muerte comenzó Luis Ignacio con una rodilla flexionada en pases por bajo que le marcaron al de Real de Valladolid, el trazo de la muleta. Una primera serie por derecha que fue mejorada por la siguiente tanda. La que le siguió fue deslucida porque el novillo rodó por la arena. Luego intentó con la de cobrar, pero no transigió su enemigo.
Vuelta a escuchar los olés con la sarga en la mano diestra para, ahora sí, el toro ya entregado en la muleta, vuelta a la mano siniestra, a pies juntos, con la muleta retrasada, capitalizar el corto viaje de su enemigo. Un pinchazo y tres cuartos de acero delantero, le evitaron llevarse una trofeo a la espuerta, aunque pudo guardar el reconocimiento del público que le llamó al tercio.
El segundo de su lote fue un ejemplar con menos kilos, pero exigió más. Eso nos permitió ver a un Luís Ignacio firme. La buena faena la cimentó en algo muy elemental y que, sin embargo, muchos olvidan: para torear un toro, primero hay que poderle. Con solidez, aguante y longitud en su toreo por bajo, el menudo espada se impuso al empuje del ejemplar del hierro Hernández Andrés.
No fue la faena –por supuesto- miel sobre hojuelas; pero sí de un merito tal que arranco olés profundos y largos del tendido de Guadalajara. Buenas series por derecha e izquierda, rematadas con pinturería arrancaron el pasodoble en las alturas. Entre manoletinas, adornos, olés y desplantes oportunos de buen gusto… de vuelta la burra al trigo. Todos deseábamos el espadazo que culminase la meritoria labor del chaval. Pues nada. A pinchar en demasía hasta escuchar un aviso del palco. De todas formas, los aficionados le reconocieron con ovación al tercio.
Mirafuentes de Anda no se pudo ir satisfecho de Guadalajara. El primero de su lote fue protestado al saltar al ruedo. De ahí en adelante, todo fue cuesta arriba. Por si fuera poco, el ejemplar de Jorge Hernández Andrés tuvo muy escaso brío. El novillo tuvo intenciones de embestir y en momentos lo hizo como en cámara lenta; a ese ritmo, De Anda cuajo un par de kilométricos pases de pecho, más lentos que una cuaresma sin fumar.
Además, acompañados con todo el giro de la cintura y vaciados en las chorreras de la blusa ¡Para un cartel! Tanto se entregó, que en un tris ya andaba por los aires. En seguida se hizo presente el viento aquel que nos traería la lluvia un par de toros después. Media en buen sitio, entera con tendencia suficiente, y al tercio. Con el segundo de su lote, voluntad a raudales entre el chubasco que vino de visita. Ovación y vuelta por su cuenta.
Al de Francia, Cayetano Ortiz, se le vieron buenas maneras la temporada anterior, pero un cate no permitió verlo a detalle. Es un chaval enterado, con empaque. Hoy no le pudo ver la cara al santo, mas pudo ratificar esa buena impresión. Con su primero, le ganó la emoción y se nos puso rapidín y eléctrico. Eso sí, todo muy bien hecho: derechazos, naturales, remates y demás.
Para colmo, aunque se tiró con decisión, y de verdad por derecho, la espada quedó hilvanada. Tres golpes con la corta, un aviso, y silencio. Con el segundo que le correspondió en suerte, un inválido en toda la extensión de la palabra, nada podía hacerse. Abrevió entre la llovizna y concluyó con una ración media de acero que bastó para irse al callejón en silencio.
Joaquín Gallo rejoneó vestido de charro. Buen jinete, pero el novillo que le correspondió en suerte, no tuvo fortaleza. Por lo mismo careció de emotividad. El público estuvo con él a través de su actuación, pero un par rejones de muerte no fue suficientes; luego echó pie a tierra para batallar con la espada corta. Al contrario, a los Forcados Hidalguenses les vino bien que no tuviera el toro exceso de fuerza, y pudieron cuajar una muy buena pega al primer intento. Fueron llamados al tercio.
Para el próximo domingo, la empresa anuncia un encierro de Guanamé. En el cartel, están colgados un par de tapatíos: Juan Pablo Miramontes, hijo de aquel soberbio torero de plata del mismo nombre, y Christian Verdín. Queda un nombre pendiente.