Liber taurus: Manolete, sólo ha habido uno
Viernes, 30 Ago 2013
Quito, Ecuador
Santiago Aguilar | Opinión
La columna de este viernes
El día de ayer 29 de agosto se cumplieron 66 años de la muerte de Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete" como se anunciaba en los carteles, uno de los lidiadores que marcará una época transformando el toreo, permitiendo además que el espectáculo taurino resurja en España luego del doloroso desangre de la absurda guerra civil que dejó profundas huellas en una nación empobrecida y conmocionada por la disputa fratricida.
Manolete con su rostro eternamente entristecido y su delgada figura reconstituyó la pasión y devolvió la gente a las plazas de toros. Los más lúcidos tratadistas taurinos han escrito sobre el torero innumerables libros y valiosos textos que han permitido sostener en el tiempo la imagen y el concepto del lidiador que murió sin tranzar ni conceder a la hora de la verdad.
Este homenaje literario al diestro cordobés lo contextualizamos en los datos que Don Ventura en su libro "Historia de los Matadores de Toros", editado en 1970 y que constituye un valioso catastro de sobresalientes diestros, el autor tras los datos de rigor refiere el efecto causado por el personaje tras su alternativa en Sevilla en 1939:
"Desde aquel momento, la afición se 'manotelizó', pues la erecta posición del diestro cuando toreaba, su figura espigada, el ritmo que imprimía a sus movimientos, la precisión admirable que daba a su toreo, sin concesiones de mal gusto, su recia personalidad, en suma, imprimieron a su singular estilo gran solemnidad y empaque. Agreguemos a estas cualidades el elevado concepto que tuvo de su responsabilidad –nota destacadísima en su manera de ser–, y el lector podrá formarse una idea aproximada de los fervores que inspiró a las multitudes lo mismo aquí que en los países americanos que visitó, afectos vehementes que su trágica muerte subieron al más alto nivel, hasta el extremo de haber hecho de este gran torero cordobés una especie de ficción alegórica".
Surgen ya estas líneas las palabras personalidad y honestidad, requisitos fundamentales para que un torero trascienda y busque espacio en los libros de historia. Conceptos con los que coincide Luis Miguel Dominguín quien alternó con Manolete la tarde de la cornada en Linares y con quien existía una incipiente competencia. En la obra "Manolete, vida y tragedia" de Filiberto Mira publicado en 1984, Dominguín apuntó:
"Lo Primero que te agradeceré que digas es que Manolete tuvo una honradez profesional como ninguno hemos tenido. No he conocido un torero con más diaria entrega que la que él tenía. Lo segundo es que ha sido un torero con una gran personalidad. Una personalidad que se correspondía a la que exigía la época en que vivió.
"Por las circunstancias de la España de entonces se necesitaba artistas con criterios claros en el cumplimiento del deber, y que fueran muy disciplinados. Su modo de entender la vida y el toreo encajó perfectamente en el tiempo en que vivió. Era un tiempo adecuado para los que, como Manolete, tenía vocación de héroes. Manolete aportó y realizó estas dos ideas. Las anudó en lo grandioso de su personalidad heroica.
Quiero decir que Manolete, por su valor, hubiera sido importante en cualquier época. Lo fue más en la suya, porque las circunstancias de la guerra y posguerra colaboraron a su merecido y justificado engrandecimiento".
Las claves de las expresiones de Dominguín son la sinceridad y el valor que atribuye a su compañero de profesión; sin embargo a la inmortalidad del torero leyenda se agrega, necesariamente otro elemento, el dominio, es decir la técnica para descubrir faenas a aquellos inciertos toros de aquellos años. José María Cossío en su inmensa obra "Los Toros", refiere así el peso histórico del espada:
"Su valor impasible y su muñeca inconmensurable conseguían que se enseñoreara así sobre el toro. Cualquier torero podría haber intentado dominar así los toros, pero es seguro que no lo hubiera logrado ni en la mitad de los que Manolete toreara extraordinariamente. En él parecía que su carácter humano, seco y valeroso, sobrio y duro, se imponía al toro, como sabía imponerse en la vida entre hombres. Y no es dudoso que un carácter como el de nuestro torero, limpio y duro como el acero, es parte esencial en el estilo de todos sus actos vitales, y en el toreo como uno más.
El vació que dejó en la fiesta no será posible llenarlo. Habrá toreros superiores en saber, recursos, estilo, dominio que puedan igualarle y aún superarle, pero Manolete…, Manolete no ha habido más que uno en la Fiesta y fuera de la Fiesta".
Entonces tenemos al valor, la honestidad, la técnica y claro, la personalidad como las bases de este diestro sin igual; su repercusión y reflejo en la fiesta perviven al paso de los años en una dimensión modélica y revolucionaria, de acuerdo a lo que anota el escritor Paco Aguado en el tomo uno la obra "Figuras del Siglo XX", fechado en 2002:
"Figura y mito, rey de la época y victima de sí mismo, Manolete representa, fundamentalmente, un paso de gigante en la evolución del toreo del siglo XX. Por encima de cualquier otra consideración, aún más allá de la trascendencia de su ejemplo de pundonor, de su inmolación en las astas de 'Islero' y de su propia leyenda, 'El Monstruo' es una de las más importantes claves de la tauromaquia moderna.
Y ese fue, precisamente, otro de sus grandes saltos cualitativos: el del dominio sin demagógicos ni esforzados alardes de poder, el someter toreando, haciendo que los toros corrigiesen sus defectos "simplemente" haciéndoles seguir su muleta y pisándoles con pasmosa quietud un sitio de alto riesgo. Manolete hizo así norma de la excepción.
"La mano izquierda fue la base de su poder, sin más adornos que ese molinete invertido con que abrochaba sus solemnes manoletinas, que también eran toreo del grande por pertenecer a ese mismo concepto de sobrio riesgo de todas sus faenas. Y, como remate, su contundente honradez con la espada, en una suerte que ejecutaba con más verdad que técnica y que terminó por ser su trampa mortal.
"A cada triunfo, a cada cornada superada, a casa peseta ganada, Manolete iba agrandando las exigencias de este país de iconoclastas. Tanta llegó a ser la presión, que Manuel Rodríguez murió exhausto es su propia cumbre. Allí hacia donde siempre se dirigen los rayos".
Así es, Manolete murió en la cumbre e ingresó al Olimpo del toreo. En los tiempos que corren en los que la tecnología y la globalización uniforman mentes y comportamientos y la memoria se reduce a lo ocurrido hace pocos minutos, resulta válido intentar recuperar la conciencia volviendo la vista atrás para impedir que la desmemoria sepulte a uno de los héroes taurinos del siglo veinte.
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