Con gran interés se siguió en Madrid a la anual Corrida Extraordinaria de la Beneficencia, celebrada en la Plaza de Toros de Las Ventas que registró un lleno absoluto, sin embargo, el pobre y deslucido juego de los toros de Victoriano del Río y de Valdefresno, malograron la magna función taurina y, lo que es más grave, echaron al traste con la ilusión de la gente.
Ante mayúscula atención popular, si resulta ciertamente lamentable que el saldo artístico de la corrida se sostenga apenas en detalles surgidos de la voluntad de Juan José Padilla, Morante de la Puebla y Sebastián Castella.
Pretendiendo sacar en limpio los pasajes más importantes del espectáculo cabe señalar la solvencia lidiadora del maestro Padilla que en el primero de la tarde tuvo momentos de gran mérito; Morante mientras tanto, ofreció un puñado de verónicas y derechazos propios de su asolerada tauromaquia, el francés Castella, también obtuvo un brillo efímero durante algún pasaje de la lidia del sexto.
Sin duda exiguo balance taurómaco ante miles de frustrados aficionados que llegaron dispuestos a disfrutar de tres lidiadores de contrastado estilo.
Así las cosas, la Corrida Extraordinaria de la Beneficencia, que contó, como es de rigor con la presencia de un miembro de la familia real, en este caso la Infanta Elena, se vivió de manera paralela en los graderíos, pues en una tarde con la marca de gran suceso, todos los personajes influyentes de la sociedad madrileña se dejaron ver en la plaza de Las Ventas.
Junto a la gente del toro como ex figuras del toreo y a los aficionados de siempre, es decir los abonados puntuales y sabedores del tema, asistieron empresarios de diversa índole, personajes de la pantalla chica, deportistas de fama, modelos y toda clase de ser humano que se atribuye algo de fama y prestigio; es decir que todo aquel que se considera parte del selecto grupo de gente que corta el bacalao en la capital española, buscó su espacio en los graderíos venteños para dejarse ver en un acontecimiento de naturaleza taurina condimentado con un fuerte, muy fuerte contenido social. Varias de las fotos que coparán las páginas de las fatuas revistas de sociedad, surgirán del encuentro benéfico celebrado en la primera plaza del orbe.
Esta historia no es nueva, si nos remitimos a los orígenes de la Corrida Extraordinaria de la Beneficencia, encontramos que desde su primera edición en 1856 ya se le otorgó ese carácter de máxima importancia, por ser considerada famosa y suntuosa; de forma tradicional los dineros que se recaudaron por su realización fueron destinados a solventar el funcionamiento de los hospitales que atendían a gentes de escasos recursos económicos, en especial el Hospital General de Madrid.
Más allá de las consideraciones taurinas y sociales, lo cierto es que la fiesta de los toros, siempre ha permanecido cerca de las causas de los más necesitados.