Banners
Banners

Baltasar Ibán, un referente de bravura (fotos)

Viernes, 31 May 2013    Madrid, España    Juan Antonio de Labra | Enviado     
Diego Urdiales observa una faena en la ganadería madrileña

La mañana está fresca y soleada en la ganadería de Baltasar Ibán. El campo rezuma naturaleza con sus flores de color violeta, tersa alfombra que enmarca, en lo alto de una loma, la imponente silueta de El Escorial, la obra cumbre del rey Felipe II.

Los toros negros y castaños que en esta misma finca criaba don Baltasar, el próspero hombre de negocios, enseñorean su trapío moviéndose lentamente, con esa arrogante estampa del toro cuando ya es un señor.

De siempre se ha dicho que una tienta es el laboratorio de la bravura y que esta celebrada faena campera sirve a los toreros para entrenarse. Sin embargo, es mucho más que eso; algo más profundo donde se pueden encontrar distintas explicaciones a detalles de la bravura y de la técnica del toreo que en muchas ocasiones escapan a primera vista.

Pero cuando se tiene la fortuna de presenciar una tienta al lado de gente que sabe de qué va la vaina, aquello se convierte en una doble alegría: por una parte, la de estar en medio de la soledad del campo en un ambiente taurino; la segunda, adentrarse a ese profundo poso de conocimiento que entraña el toreo.

Me refiero a dos banderilleros retirados: Luis Miguel Villalpando y José Luis de los Reyes, dos toreros de plata que tienen una filosofía parecida de lo que debe de ser un torero. El primero iba con el matador Ricardo Torres; el segundo, con un novillero al que ayuda de manera esporádica: Luis Francisco Abanades.

Además de estos conocedores de los secretos más íntimos de un tema de difícil aproximación y aún más difícil comprensión –como es la esencia del toreo–, se encontraba el matador Diego Urdiales acompañado de El Víctor, su fiel banderillero. Y para completar la terna de tentadores estaba invitado el novillero Roberto Blanco.

De esta guisa, el "cartel" tenía el atractivo de estar conformado por un torero maduro, otro que busca abrirse camino y uno más que aspira al doctorado, reunidos ahí bajo la discreta mirada de la ganadera Cristina Moratiel.


Un torero cuajado

Y en medio de aquella bendita paz de la plaza de tientas, con esos sonidos tan característicos del campo, donde un toro reburdeaba a lo lejos, se dio suelta a la primera vaca de la tienta, una erala negra que resultó exigente en la muleta de Diego Urdiales que tuvo que sobreponerse a los embates de un viento muy molesto que no cesó al lo largo de la jornada, uno más de estos imponderables que atenazan a los toreros cuando menos se espera. Por ello también sirve estar mentalizado para afrontar tardes en las que el clima marca el rumbo de una corrida.

Cabe mencionar que la becerra no fue fácil y desarrolló genio, y también que Diego le buscó las vueltas hasta someterla con mucha autoridad en una faena llena de tensión porque se mascaba el peligro.

Después de este trago amargo que supuso enfrentar a una vaca con tales complicaciones, el resto de las eralas que saltaron a la plaza de tientas de la ganadería de Baltasar Ibán fue a más. Y así, una tras otra, las becerras que aparecieron sobre la arena mantuvieron un magnífico nivel de bravura; se arrancaron de largo al caballo del conocedor Domingo García  –que picó de manera formidable – y se emplearon en varas con una una gran fijeza, la misma que mantuvieron en las respectivas faenas de muleta con el mérito añadido de que lo hicieron así, con el hocico apretado, de principio a fin  y de manera muy definida.

Es la fijeza una condición fundamental en el ganado de lidia. A partir de ella se pueden potenciar diferentes características como son la fuerza, el recorrido, la duración o el estilo. Pero resulta importantísimo que, antes que cualquier cosa, el toro sólo atienda a lo que se mueve y centre su mirada en los engaños.

Una vez que Diego ya había sacado su fondo de oficio con la primera vaca, a las otras dos las toreó a gusto, sobre todo a la última, una becerra colorada que aportó emoción a una faena muy torera, en la que los naturales tuvieron una gran profundidad.

A sus catorce años de alternativa, el torero riojano ya ve las cosas con mucha claridad, pero no se conforma con poco; se le nota inquieto y bulle por dentro, como queriendo profundizar cada día más en su toreo; en los resortes técnicos y expresivos que lo mueven; en buscar el perfeccionamiento de cada uno de sus movimientos, hasta el más leve. Esta obsesión es buena cuando se tiene claridad de ideas. Y así lo transmite sobre todo en los días previos a su regreso a la plaza de Las Ventas, el próximo sábado 8 de junio, donde lidiará, precisamente, una corrida de esta misma casa.

En proceso de mejoramiento

La carrera de un torero suele ser muy azarosa. Sólo aquellos pocos privilegiados que desde la alternativa avanzan a pasos agigantados hasta convertirse en figuras, la inmensa mayoría tienen que transitar por un sendero cuesta arriba. Aunque bien dicen que nunca es tarde para aprender cuando se tiene interés y afición, esa que demuestra Ricardo Torres.

Luis Miguel Villalpando,
su actual mentor, está convencido de que el torero de Zaragoza puede dar una sorpresa. Pero para ello necesita torear y ponerse a punto. Los cambios y mejoras de su tauromaquia están a la vista. Y fundamentado en un valor sereno, el trazo de sus muletazos es recio y limpio, con un acento especial.

Así toreó a la vaca más brava de toda la tienta: asentado sobre las plantas, sobrio y tranquilo, sintiendo lo que hacía y espoleado por Luis Miguel, que para eso está a su lado.

"¡Piérdele un paso más y colócate!", "¡No amontones!", "¡Remata el pase abajo, con el pico por la arena!", "¡Da más distancia!"… fueron algunas de las sugerencias que lanzó al aire con autoridad Villalpando con la finalidad de centrar a Torres en lo que debía de hacer. Conversando con José Luis de los Reyes, concluimos que la tienta no sólo es un entrenamiento físico y taurino para los toreros, sino una búsqueda constante de esos matices tan importantes, muchas veces imperceptibles, que hacen que un torero de un salto cualitativo en su toreo.

El más joven

Si la erala que le tocó en suerte a Torres fue la más brava de toda la tienta, la más completa, otra de las mejores se la llevó Roberto Blanco. ¡Vaya clase! No se cansó de embestir aquella becerra negra a la que se le había caído la funda del pitón derecho.

El torero de salmantino tardó en sentir lo que hacía, quizá por esa manía que tienen muchos jóvenes de intentar hacer las cosas extremadamente bien pero olvidándose de que tienen alma. Y fue de mitad de faena hacia adelante cuando se dio cuenta de las bondades de la becerra que lo invitaba a abandonarse.

El juego de estas tres vacas fue el más representativo de una tienta en la que hubo un denominador común: la definición en el comportamiento. Baltasar Ibán no es una ganadería fácil, ciertamente porque la bravura nunca ha sido fácil. Y prueba de su largo y brillante historial hay muchos toros memorables en varias plazas de España, como aquel encastado "Bastonito" con el que César Rincón protagonizó una faena épica en Las Ventas de Madrid, durante la Feria de San Isidro de 1994.


Comparte la noticia