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Castaño descifra los "juanbernardos" en Cali (fotos)

Viernes, 28 Dic 2012    Cali, Colombia    Rodrigo Urrego | Especial          
Desorejó a su segundo toro y salió en volandas

Javier Castaño se fue de Cali a hombros por una sola razón. Encontró la fórmula para ocultarle los defectos y descubrir las virtudes a los toros de Juan Bernardo Caicedo, que fueron lidiados este 28 de diciembre en el ruedo de Cañaveralejo, en la cuarta corrida de la feria de Cali.

Unos toros, los de Juan Bernardo, que ya no son los de años atrás, cuando las máximas figuras del toreo los contemplaban en sus agendas. Con el paso del tiempo, y ya entrados en años de decisiones, cada vez los "Juanbernardos" empiezan a definir sus rasgos característicos. Los Juanbernardos, hoy pelean con fiereza en el caballo; se mueven; pero muchos parecen no regalar ni una embestida. Todo lo contrario. Se han vuelto unos toros exigentes, y nada sencillos de descifrar.

Por eso, el torero que pudo descifrarlos se fue en medio de atronadores ovaciones, las de un público que si no hubiesen existido los costaleros se hubiera botado de cabeza al ruedo para llevarse en  volandas al torero salmantino Javier Castaño.

Su primero, y también primero de la tarde, no solo le advirtió a Castaño, también a su bregador James Peña, que no tenía un solo pase por el pitón derecho. Y quienes pensaron que en su quinta o sexta colada, ya en la muleta de Castaño, el torero se iba a "aliviar" toreando  con la muleta en la izquierda, se equivocaron. Su faena la sustentó por ese pitón derecho que a cualquier ser humano cabal le generaría miedo. Menos a Castaño, que en faena de lidiador auténtico, con poca estética pero sí mucho pundonor, le sacó muletazos sin que su cuerpo sufriera las consecuencias. No hubo premio porque el toro se tragó la muerte.

El segundo del lote del torero salmantino, cuarto de la tarde, de pelo castaño, pitones bien puestos, de armónicas aunque recogidas hechuras, pero quizás con expresión de niño bondadoso,  fue un auténtico manjar para el concepto de Castaño. Primero lo toreó en redondo, con temple, e intentando ponerle gusto a la circunstancia. Pero levantó los tendidos y erizó la piel cuando se dejó acariciar los muslos por los pitones del toro, ya en ese momento cuando el toro toleraba, y porqué no, agradecía que la fórmula no fuese el sometimiento.

Castaño entonces se puso cerca, los pitones del toro rozaban sus muslos. Los pases, algunos de dimensión, la mayoría apenas con la longitud justa, fueron un auténtico volcán de emociones. Emociones desbordantes, porque un toro con calidad, y un torero con pundonor, pudieron entenderse hasta hacer delirar a la gente que en casi dos tercios de plaza, andaba en los tendidos. Las dos orejas fueron a ley. 

Guerrita Chico, el colombiano del cartel, vio la otra cara de la moneda. No encontró en su tauromaquia la fórmula para descifrar los juanbernardos. Su primero, un violento jabonero, se movió con ímpetu. Al torero le quedaron dudas si le bastaba el fuerte puyazo o lo llevaba de nuevo a la jurisdicción del caballo de picar.  Las dudas no se resolvieron, y en la faena de muleta hubo muchas probaturas por parte del toro, pero también muchas precauciones en el torero.

La suerte del cuarto capítulo fue similar. Guerrita solo pudo sentirse cómodo con el capote, porque con la muleta también se repitieron las precauciones. Y como el toro se movía, más allá de sus lógicas dificultades, la actuación de Guerrita les generó un gordo disgusto a los aficionados, que quisieron castigar al torero ovacionando a los dos ejemplares de Juan Bernardo Caicedo en el momento de su respectivo arrastre.

Pablo Hermoso de Mendoza, sin embargo, era el que más atraía los reflectores de la tarde. Volvía a esa plaza donde hace un año consiguió el hito aún incomprensible de indultar un toro de rejones. Y su actuación fue limpia pero con pocas emociones, a su primero, a ese ambicioso animal al que le cortó la oreja. Y fue imposible que lo sacaran a hombros porque el distraído sexto no quiso poner el pedazo que le correspondía. Y los intentos de Pablo no fueron suficientes.

Ficha
Cali, Colombia.- Cuarta corrida de feria. Plaza de toros Cañaveralejo. Dos tercios de entrada en tarde de añor sofocante. Seis toros de Juan Bernardo Caicedo, dos de ellos para lidia de rejones. Desiguales de presencia, y en general de exigente juego, salvo el descastado sexto. Pesos: 516, 448, 450, 440, 444 y 474 kilos. Javier Castaño (grosella y oro): Palmas y dos orejas. Guerrita Chico(azul marino y oro): Pitos y pitos. El rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza: Oreja y ovación. Incidencias: Castaño salió a hombros.


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