Una de las citas clave de la temporada española se ubica cada agosto en Bilbao y sus corridas generales –Aste Nagusia en euskera. Esta feria de ferias, una de las de mayor seriedad y trascendencia del orbe, nunca necesitó apelar a la cantidad –abarca esa única semana, y el resto del año casi no hay festejos en el Bocho. Su garantía está en el toro, pues ante los bilbaínos se corren los encierros mejor presentados del año, tanto por tipo y nota como por la invariable seriedad de sus cornamentas. Así volvió a ser ahora y, por supuesto, la afición pudo paladear la fiesta en toda su autenticidad. Con toreros y ganaderos conscientes de la responsabilidad, dedicación y entrega que exige la comparecencia anual ante el rigor del coso vizcaíno.
El Juli o la maestría sin trampa. Julián López está enfrentando un 2012 anormalmente complejo. Considerado por las empresas fuertes la manzana podrida que soliviantó al llamado G-10 a imponerles derechos de imagen, ha sido marginado de numerosas ferias y solo lo llaman organizaciones independientes y cuidadosas de que su cartelería satisfaga los deseos de la afición local, cosa cada día más rara de ver.
Gracias a ello, El Juli entró en integró dos carteles. El martes 21, cortó la solitaria oreja de esa tarde al único burel medianamente aprovechable de una floja corrida de Núñez del Cuvillo. Pero el jueves, la apoteosis. Le tocó un primer ejemplar de Jandilla con motor y clase, aunque también con tendencia a los adentros. No sólo lo entendió de maravilla sino materialmente lo bordó. Primero por el mejor pitón, el zurdo, en tres tandas de acentuado mando y un temple cada vez más lento; y gracias a sus dotes de lidiador magistral pero dispuesto siempre a arriesgar con tal de superar escollos, acabó toreándolo igual de bien por el otro pitón, antes de adornarse como le vino en gana. Y todo impregnado de emoción, exponiéndose a tope y exponiendo su celo de gran figura del toreo. La contundente estocada cayó algo trasera pero igual hizo pupa. Excelente toro “Dulce” (544 kilos), pero por encima Julián –del jandilla y de todo lo visto en la semana--, que paseó dos orejas y a punto estuvo de cortarle otra al 5º , impidiéndolo un pinchazo previa a la estocada. Salió en hombros y ya nadie le arrebataría la condición de triunfador máximo de una feria de gran nivel.
Grandeza torera. El otro gran triunfador –al margen de las tres orejas y la merecida salida en hombros con que el rejoneador cordobés Leonardo Hernández abrió feria--, ha sido Miguel Ángel Perera. Con otro tipo de argiçumentos, no menos magistrales –el mando basado en la quietud, la despaciosidad y la largura de sus ligadísimos muletazos--, el extremeño desorejó el sábado a sus dos astados de un flojo encierro de Alcurrucén, que no les sirvió a Ponce y Fandiño pero sí a un Perera que, por excepción, mató de manera fulminante, si no muy ortodoxa, para acreditar dos de las orejas mejor ganadas del ciclo. Comparados con sus hermanos de camada, “Alcachifito” y “Quincallero” parecieron mucho mejores, pero la diferencia radicó en los cuidadosos primeros tercios impuestos por el matador –castigo insignificante en varas, peonaje presto al quite—y en formidable aguante de que hace gala muleta en mano, siempre en terreno abierto y conduciendo con la mano muy baja.
En la línea de fuego. Dos toreros modestos, Iván Fandiño y David Mora, despuntaron con fuerza en 2011 a base de entrega y decisión. Este año están demostrado que no fue casualidad. Con el riojano Diego Urdiales –otro valor semioculto tras la turbia madeja empresarial--, despacharon el lunes 20 un imponente encierro de Fuente Ymbro, de gran clase pero con mucho que torear. Urdiales estuvo torero con el peor lote, y Mora aprovechó al magnífico tercero para hacernos saborear su toreo largo y sentido: oreja en éste y leve petición en el sexto. Por su parte, el vascuence Fandiño salió a comerse a los toros, mas sin que el arrebato perturbara el temple. Los de Fuente Ymbro respondían con encastadas embestidas y el de Orduña estuvo desbordante con capote, muleta y espada. Y salió a oreja por toro, con sobra de merecimientos.
La lucha sorda de Talavante. El público bilbaíno, exigente y receptivo a la vez, estuvo calibrando con reconcentrada seriedad el quehacer del extremeño, poco favorecido en el sorteo en sus dos presentaciones –tuvo delante cuatro animales sosos y deslucidos dos lotes tirando a sosos, con todo y lo mucho que les mide el castigo. El día 21, llegó hasta donde lo permitieron los decepcionantes cuvillos. Dos días después, tras el clamoroso éxito de El Juli, echó el resto y, de últimas, pudo arrancarle al sexto una oreja de positivo mérito. Al segundo le había bordado un quite por chicuelinas típicamente silverianas, detalle no apreciado (o convenientemente silenciado) por los cronistas de turno.
Aurrezku para Ponce. Existe en el país vasco una forma tradicional de homenaje consistente en las precisas evoluciones de un solitario bailarín, con música de fondo a cargo del pito y el tamboril de un único ejecutante. Enrique Ponce, debilidad máxima del público bilbaíno, hacía su paseíllo número 56 en el Bocho y le fue dispensado dicho honor. Luego, no llegaría lejos ante un par de burros con cuernos de Alcurrucén con los que el sentido torero aconsejaba abreviar, verbo que no figura en el vocabulario del valenciano. La víspera, viernes 24, la insistencia le había dado mejor resultado, aunque su larguísimo trasteo al sumamente pastueño “Hostigador”, de Juan Pedro Domecq, adoleció de las gracias y pegas consabidas: compostura en las formas, exceso de regates y habilidosa estocada. Le dieron una de las orejas más insustanciales de la semana.
Lección de pundonor. El mismo viernes, lo verdaderamente digno de destacarse fueron una tanda de verónicas de Daniel Luque –cargó con lo peor de un sexteto de Juan Pedro escaso de raza-- y, sobre todo, el pundonor torero del joven Saúl Jiménez Fortes, enfrentado a dos animales avisados y probones a los que toreó como si fueran buenos. Y con una cornada de dos trayectorias –se la dio “Hilador”, su primero, en mitad de una dosantina—permaneció hasta estoquearlo, para volver de la enfermería a vérselas con el sexto, un “Demagogo” que hacía honor al apodo, pues cuando más centrado en la muleta baja y despaciosa parecía, se le coló en un natural y le dio la gran paliza. Aún así, el chico permaneció en el ruedo para pasaportarlo y recoger una rácana ovación.
Victorino, Urdiales y Bolívar. Interesantísima la victorinada que ayer cerró feria: toros ásperos, fieros y vivaces, nada fáciles a excepción del 5º. Y gran actuación del arnedano Diego Urdiales, que de acertar con el verduguillo habría desorejado a los tres que mató: a fuerza de decisión y torerismo terminó por cortarle al sexto el último apéndice de la feria. El penúltimo la izó Luís Bolívar y fue el del estupendo “Bosquecito”, que rebosaba alegre nobleza en la muleta del valeroso colombiano. Menos afortunado, Javier Castaño fue cogido por el marrajo 2º y resultó con varias costillas fracturadas. “Conducido”, el más terciado del encierro y quizá de la semana, fue también el más peligroso de todos los lidiados en las corridas generales de este año.
El Relicario, RIP. El sábado, durante el programa radial Tlaxcala Taurino, Jaime Oaxaca nos informó de un boletín que acababa de recibir donde el gobierno del estado de Puebla confirmaba, sin añadir más datos, el inminente derribo del coso del Cerro.
De momento, no hay reacción por parte de los estamentos taurinos nacionales ni locales.