El sevillano Antonio Barrera fue el triunfador de la corrida de aniversario de esta tarde en la Monumental Monterrey, Nuevo León, pues le tumbó las orejas al segundo de su lote, mientras que Ignacio Garibay sufrió una voltereta y Gerardo Adame tampoco tuvo suerte.

Barrera resultó triunfador nuevamente de esta plaza que tiene conquistada desde la tarde de su presentación, pero en esta ocasión tuvo la mala fortuna de que Antonio Quiroga, juez de plaza, haya estado muy benevolente o con ganas de lucir sus pañuelos blancos (quizá nuevos) y le otorgara inmerecidamente los dos auriculares de su primer enemigo, cuando a lo mucho debió haber sido solamente uno de ellos.
 
Obviamente las protestas no se hicieron esperar por lo que en los primeros pasos de la vuelta al ruedo, el sevillano se desprendió de una de ellas que lanzó al tendido y recorrió el anillo con una oreja, que era lo mas justo.
 
Barrera abrió plaza con un cárdeno bragado delantero, falto de fuerza y con el que estuvo apenas discreto en los lances de recibo. Luego de brindar al respetable que esta vez hizo sorprendentemente media entrada en el tendido, unos 5 mil 500 espectadores, Barrera intentó una faena de corte clásico pero no contó con la colaboración del ejemplar que acusaba falta de fuerza en los remos.
 
Luego de dos tandas de derechazos y una de naturales adornada con molinetes de rodillas y como parte final de la faena una serie de manoletinas, el diestro ofició con la espada pinchando al primer viaje y dejando una ración entera de acero trasero y atravesado, antes de seis descabellos para liquidar por fin al astado y escuchar dos avisos.
 
Con el cuarto de la tarde estuvo breve y discreto de capa. A este lo parearon con pulcritud Gustavo Campos y Juan Saldaña para ganarse la ovación en el tercio. Barrera decidió inicia con el cambiado por la espalda que le ganó frutos en el tendido, antes de correr la mano a cierta distancia que hizo evidente su falta de seriedad ante el público que no se cansó de gritarle improperios. Y por si fuera poco como mató al primer viaje de estocada entera y contraria, el benévolo juez sacó de inmediato los dos pañuelos premiándolo injustamente y con eso ser el triunfador dle festejo de Aniversario.  
 
Garibay demostró que está hecho un Señor Torero. Con su primero hizo gala de un buen manejo de la capichuela al lancera por verónicas y chicuelinas de recibo y en el quite tras el puyazo, dejando dibujada una larga cordobesa en el centro del anillo.
 
Para abrir boca en la faena, Garibay acarició la franela y ejecutó un trincherazo de postín. Luego, dando terreno de por medio, citó de largo y hasta allá fue el de San Martín en templados muletazos con ambas manos que le tenían asegurada por lo menos una oreja como premio. Mató al tercer viaje y todo quedó en una salida al tercio.
 
El quinto fue un diablo desde su salida. Con este no se acomodó en la capa y ocasionó un tumbo peligroso al varilarguero Rodolfo Acosta, quien montado otra vez en el jamelgo cubrió el tercio de varas.
 
El capitalino quiso hacer un quite pero fue prendido de la pierna por su cara posterior, a la altura de la rodilla, siendo volteado d efea manera y cayendo con la cara en la arena. Rápido sus compañeros en el callejón corrieron a su ayuda y lo llevaron en andas a la enfermería. Tardó en recuperares pero volvió a la arena para intentar lidiar al peligroso que le seguía esperando en el ruedo. No había mucho qué hacer y abrevió matándolo de entera y descabello para escuchar un aviso.
 
El hidrocálido Gerardo Adame reaparecía en esta plaza después de aquella cornada del mes de octubre que lo tuvo alejado tres meses. El público lo quiere y así se lo demostró, más aún cuando la labor de su primer enemigo se la brindó al cuerpo médico de la Monumental Monterrey, lo que le valió un sinnumero de aplausos.

Annte su primero estuvo voluntarioso, pero haciendo un toreo  muy corta distancia, con lo cual los pases tardaban en fluir y los trazos quedaban cortos. Aún así hubo muletazos de mucho sabor y otros en los que el valor se puso de manifiesto, como cuando cambiaba por la espalda en medio de la faena. Para su mala fortuna tardó en matar y escuchó un aviso.
 
El toro que cerró plaza fue el más imponente del encierro, un burel alto, de astifinos pitones que acudía al engaño con la cabeza a media altura. El de Aguascalientes no se amilanó y le extrajo muletazos por ambas manos, sobre todo destacando una tanda de naturales. Un arreón con peligro bastó para que el diestro decidiera ir por uvas, pinchando con el acero en seis ocasiones antes de que doblara en la arena.  
 
Al final tanto el picador Acosta como Garibay salieron en ambulancia al Hospital Universitario, donde los médicos les practicarían examenes de laboratorio para descartar lesiones mayores.