Triunfal fue la tarde de este sábado en la localidad poblana de Cholula, pues Pablo Hermoso de Mendoza, Rafael Ortega y Antonio Lomelín, pasearon dos orejas cada uno y compartieron la salida en volandas ante el júbilo de la afición que hizo una buena entrada.

Ha transcurrido ya más de una década desde que Pablo empezó a venir a nuestro país para hacer campaña, dándole  al rejoneo un impulso inusitado causando expectación a lo largo y ancho del territorio nacional, la mayoría de las veces provocando llenos y obteniendo triunfos espectaculares aunque el de hoy fue diferente.
 
Se llevó dos orejas de "Pillo", un buen ejemplar de Los Encinos ovacionado en el arrastre, al que clavó dos rejones de castigo que menguaron sus facultades pero alcanzó para que luciera con quiebros sobre "Chenel" antes de las banderillas y galopar a dos pistas; montando a "Ícaro" se dejó llegar mucho al toro que rodó fulminado con derrame abundante por un rejonazo trasero y contrario.
 
El cuarto, escaso de trapío y casta, se apagó desde el primer rejón, por lo que después únicamente simuló la suerte con el palo de la bandera; las banderillas fueron casi a toro parado, haciéndose aplaudir por las piruetas con desahogo a lomos de "Dalí" y un par a dos manos sobre "Pirata", al entrar a matar descordó al animal y todo quedó en palmas.
 
El corrido en el lugar de honor aunque chico fue bien al caballo, poco lucimiento tuvo Ortega con la capa mientras su varilarguero Pedro López lograba un buen puyazo; de rodillas empezó toreando por alto y de pie tuvo contados momentos en los que templó, después recurrió al toreó de relumbrón, desplantes, adornos, giros, en fin la gama del toreo para la galería, pero como el burel dobló pronto con medio espadazo delantero y tendido las orejas llegaron enseguida.
 
Cadenciosos fueron los lances de Rafael a su primero, contrastando con las chicuelinas apresuradas. Fue manifiesta su acostumbrada voluntad con los palitroques que clavó comprometido; el toro conservó fuerza y pese a que Rafael se dobló buscando restarle poder, en contadas ocasiones lo embarcó y llevó bien dando la impresión que no lo sometió, tras estar poco acertado con el acero escuchó leves palmas. 
 
Con innegable planta de torero, Antonio Lomelín anduvo apurado con el capote en el que abrió plaza y poco a poco se notó más desenvuelto sin confiarse del todo; el novillo acudía con prontitud metiendo bien la testa, lo que permitió al muchacho correr la mano sabrosamente, ejecutó manoletinas al final ajustándose en ellas, falló varias ocasiones con el acero para retirarse en silencio.
 
Empezó a bajar la temperatura y a soplar ligeramente el viento en el sexto, los procedimientos de Antonio para lancear mejoraron y le festejaron las Zapopinas del quite; el novillo se fue a tablas donde transcurrieron el resto de las acciones poco relevantes, ante la poca atención de la gente que empezaba a retirarse, dejó una estocada muy delantera y sin más ni más le concedieron las orejas.